miércoles, enero 04, 2006

REFLEXIONES DE UN NATURALISTA

¿PUEDES PERDER UN MINUTO PARA LEER ESTA REFLEXIÓN Y DESPUÉS SACAR TU PROPIA CONCLUSIÓN?

TÚ DECIDES

Pedro Pozas Terrados





La historia del hombre como habitante de este planeta es muy corta, apenas unos cientos de miles de años, cuando se calcula que hay vida en la Tierra desde hace cientos de millones. Sin embargo, pese a ser una especie relativamente nueva, ha tenido un crecimiento demográfico tal, que si se tratara de otra especie, estaríamos hablando con gran preocupación de una devastadora plaga.

El hecho es que no solo crecemos demográficamente, sino que además, incluso en mayor medida, lo hacemos geográficamente.

Cada día utilizamos una superficie mayor para nuestras ciudades, nuestros cultivos, nuestros caminos o nuestros deshechos.

El agua que no bebemos, la contaminamos; no comemos pasto, pero lo topamos con cemento o lo fumigamos y no lo dejamos crecer; como no podemos respirarnos todo el oxígeno del planeta, creamos máquinas que nos ayuden a extinguirlo por completo.

El preciado elemento líquido, necesario para nuestra subsistencia, es derrochado en las industrias, la agricultura, en campos de golf; contaminado por fábricas que vierten a los ríos su sabia contaminante y que acaban infectando las grandes reservas acuíferas.

El aire que necesitamos para vivir, lo estamos envenenando y destruimos esos pulmones verdes necesarios para la calidad de los nuestros.

La Tierra es un ser vivo, necesita respirar y no se lo estamos permitiendo.

Por supuesto que tenemos la posibilidad de quitarnos culpas y decir que nosotros no hemos hecho nada de todo eso, que el mundo se viene desarrollando de esa forma desde hace cientos de años y que cuando nosotros llegamos, este mecanismo destructivo estaba en marcha. Todos son argumentos ciertos, lógicos e irrefutables.

Sin embargo, todos nosotros tenemos una responsabilidad de la cual no podemos evadirnos, una responsabilidad tan cierta como los argumentos anteriores, que es la de explicarle a nuestros hijos que hemos hecho nosotros para que ellos vivan en un mundo mejor al nuestro.

Porque si queremos poder mirar a los ojos a un niño, sin remordimientos de conciencia, primero debemos hacer un esfuerzo para que su mundo sea mejor que el nuestro y dejar de contribuir para que la vida en este planeta se vuelva cada vez más insostenible.

Tenemos además una importante responsabilidad ante las generaciones futuras, ante nuestros nietos y biznietos. Ellos no tienen culpa de nuestra actual forma de vida que se caracteriza por el poco respeto al medio ambiente, a nuestra casa.

Yo, por mi parte, quiero poder mirar a mis hijos a los ojos, con la tranquilidad de que desde mi lugar, más allá de mis limitaciones de tiempo, de dinero, de salud o de cualquier otra índole, hago cada día todo lo que puedo, para que vivan en un mundo de paz, de solidaridad, justicia, igualdad, respeto por la diversidad y el ambiente. Un mundo mucho mejor al que me toca vivir a mí, aunque no sea mi culpa el estado en el que se encuentra. Porque sí seré responsable del estado en el que quede cuando yo lo deje.

Todos y cada uno de nosotros seremos responsables del mundo que le dejemos a nuestros niños, pero debemos entender que no alcanza con utilizar menos agua, usar detergentes biodegradables o la bici en lugar del coche. Todo eso está bien y es útil, pero solamente si además participamos activamente en Organizaciones, Colectivos, Escuelas, Marchas, Charlas, Foros, Conferencias o cualquier otra forma de expresión de la Sociedad Civil para que nuestro esfuerzo deje de ser una mera suma de voluntades y se convierta en un movimiento con suficiente fuerza como para incidir en el Curso del desarrollo humano; habremos dejado nuestra huella, nuestro surco de esperanza, nuestro amor por la vida. Seremos los nuevos héroes de nuestro tiempo, con faros que iluminan el camino hacía una civilización global, en la que todas las especies puedan convivir de manera sostenible.

Tenemos que abrir la puerta al futuro y caminar con la única esperanza viable: la voz de nuestra conciencia colectiva y la unión de nuestras manos para sembrar de nuevo la tierra, con la semilla de una revolución marcada en el respeto a nosotros mismos y en el indudable respeto a nuestro entorno.

Debemos hacerlo para poder mirar a los ojos de un niño, para que cuando cojamos la mano de nuestro hijo y juntos miremos un árbol, un río o las estrellas y él nos mire con esos ojitos despiertos, podamos mantener su mirada y con orgullo, le contemos la historia de los guerreros del arco iris:

- Sabes, cuenta una leyenda de los indios creek, que llegará un día en que las aguas estarán muertas, los animales comenzarán a desaparecer, los mares se volverán turbios, el aire será irrespirable y los bosques, símbolo de la vida y donadores del aire que respiramos y pilares de la tierra, serán talados o incendiados, dejando la ceniza de la vida en un entorno tenebroso y maldito. Entonces surgirán unos guerreros que se unirán bajo el tenue manto de un arco iris y lucharán para que la vida en la tierra vuelva a su cauce normal.

A lo que a buen seguro el contestará.

- Cuando sea mayor, quiero ser un Guerrero del Arco Iris como tú. Te quiero.



© Pedro Pozas Terrados