África muere. Sus recursos robados hacen que sus poblaciones se hundan en la miseria, en el enfrentamiento, en la guerra suicida y étnica, en el hambre y las enfermedades, en ríos humanos de refugiados que vagan hacia campamentos ya saturados. El SIDA, el Ébola, la desnutrición, la falta de higiene, el agua. África, lugar donde el homo salio para conquistar la Tierra, se agota, se seca, se tambalea en el llanto del olvido, con la mirada gastada, el rostro ungido, con su riqueza extraída a sangre y muerte.
El petróleo, sus bosques, su pesca, sus diamantes, sus minerales como el Coltan para uso de los móviles, sus animales, su biodiversidad, su cultura exterminada. Riqueza extraíble y sus habitantes no reciben más que un fusil para que se maten entre ellos, un genocidio consentido, permitido, un holocausto infernal que debe avergonzarnos y sentirnos culpables por vivir en una sociedad que ahora piensa que África es la enfermedad del mundo, la peste. No interesa a nadie, nadie se preocupa de sus gentes. Las interceptamos y las devolvemos a su mundo de miseria para que acaben sus días maldiciendo al ser humano. Mientras, que no se pare el robo de sus bienes dirigidos a los países civilizados, a cambio de hambre y dolor.
Es extraño. Hace años los medios de comunicación nos hacían ver de vez en cuando, las imágenes de la miseria africana. Hoy, solo las bombas y ataques son noticias, las imágenes que se ven. La del niño desnutrido, del niño hambriento, ha desaparecido de nuestros receptores y sin embargo, cada minuto mueren a causa del hambre 10 niños y más de cinco millones al año. ¿Se intenta manipular la realidad cortándonos su visión? Y lo triste es que se podría evitar, tomar soluciones efectivas, ayudar a esas naciones a resurgir de la nada. Pero no interesa. Debe de seguir siendo personas ignorantes bajo gobiernos dictadores. Hay que seguir explotando sus recursos. Y lo mejor para ello, es no dar información, ni atragantarnos en las comidas cuando vemos las noticias. Sus poblaciones deben estar donde están, aguantando si miseria y su destino.
Los Belgas fueron los colonos de la ahora llamada República Democrática del Congo, antes Ruanda. Dividieron al país entre Tutsis y Hutus, los mismos colonizadores se encargaron de ello, los unos de color de piel más clara y narices menos anchas que los otros. Cultivaron el odio, se fueron, los dejaron solos y el país reventó. Sólo en cien días murieron violentamente un millón de personas. Hay una película que aconsejo que se vea y después se analice y se piense sobre el mensaje que da. Pocas películas nos hacen pensar y llorar en la angustia de un pueblo enfrentado así mismo por manipulaciones externas. Se llama “Hotel Ruanda” y el argumento es verídico.
Recientemente se ha estrenado otra película que nos hace temblar y que también aconsejo su análisis. Se titula “Diamantes de sangre”. Vemos lo que hay detrás de las hermosas joyas que lucen los seres humanos en los países “civilizados”, ignorantes voluntarios, de donde proceden y cual ha sido ciertamente su precio. Cientos de millones de dólares que surgen del comercio ilegal de diamantes están lejos de ser destinados a la asistencia económica y humanitaria. Van a parar a manos de la guerrilla y los ejércitos que practican el sombrío trueque de “diamantes por armas”. Esto ocurre en diversas partes del continente africano, incluido el Congo del Hotel Ruanda.
Hay una frase en esta última película sobre los diamantes, que se ha quedado clavada en mi mente y que a pesar de decirlo una vez, jamás se olvida: “Cada vez que en África se descubre un bien precioso, sus gentes sufren y mueren”. Cuando a mi entender tendría que ser al contrario, que parte de esa riqueza se quedara para las gentes. Pero no, lo extraen todo, encima lo realizan compañías extranjeras que tienen comprados a los gobiernos, por lo que nada de nada se queda para sus gentes, ni si quiera un honrado trabajo para poder comer una vez al día.
Si amigo lector, ahora desprecio el diamante que se ha convertido en África la raíz de un conflicto más, de tantos otros, que se expande. Explotados bajo la mirada de gobiernos corruptos con anuencia de gobiernos civilizados y democráticos, junto a milicias sin escrúpulos, las piedras preciosas se han convertido en agentes del trabajo esclavo, el asesinato, éxodos, destierros y colapso económico. Se juntan con las extraídas de una forma más humana, se blanquean y su procedencia se pierde. Hábil estrategia.
Las Fuerzas rebeldes o guerrillas, o gente compradas o como se quiera llamar, han matado, violado, mutilado y secuestrado a decenas de miles de civiles desarmados en Sierra Leona, pero también las fuerzas de gobierno. Como siempre, el dolor y el genocidio se extiende en la población civil. Unos, los países ricos llevan empresas para extraer los recursos del país africano, para ello necesitan que exista un conflicto armado, una guerrilla que para luchar contra el gobierno necesita armas que a su vez son proporcionadas por mercenarios de las empresas extranjeras a la guerrilla violenta, a cambio de que esta les entregue o facilite la materia prima preciosa que se desea. Un círculo bien preparado, estudiado y completado por el desprecio total a los seres humanos y su destino por parte de las multinacionales.
Esto mismo ocurre con otros materiales preciosos como el Coltan, un mineral escaso y que se utiliza para los teléfonos móviles, armas teledirigidas o juguetes electrónicos. Usos que no son imprescindibles y que podrían ser adquiridos de una forma sostenible, racional y digna, beneficiándose las gentes del lugar, y no, llevando especialistas para su adquisición sin que se revierta ningún beneficio al lugareño.
Con la madera la estrategia es parecida, aunque más visible. La tala ilegal de las selvas africanas, de indonesia y de la Amazonia, actúan destruyendo, violando los derechos humanos y del trabajador, esquilmando los pulmones de la tierra que son las que regulan el clima mundial.
Debemos pedir certificados en nuestras compras como consumidor responsable y no cerrar los ojos, siendo conformistas y sin querer conocer la cruda realidad. En madera pedir el certificado FSC, en los diamantes que tengan un Certificado en el que se asegure la no procedencia de una zona de conflicto y así, con cualquier otro bien que proceda de una materia prima extraída de los países pobres y humillados por sus propios gobiernos y por un mundo llamado tristemente “civilizado”.
El petróleo, sus bosques, su pesca, sus diamantes, sus minerales como el Coltan para uso de los móviles, sus animales, su biodiversidad, su cultura exterminada. Riqueza extraíble y sus habitantes no reciben más que un fusil para que se maten entre ellos, un genocidio consentido, permitido, un holocausto infernal que debe avergonzarnos y sentirnos culpables por vivir en una sociedad que ahora piensa que África es la enfermedad del mundo, la peste. No interesa a nadie, nadie se preocupa de sus gentes. Las interceptamos y las devolvemos a su mundo de miseria para que acaben sus días maldiciendo al ser humano. Mientras, que no se pare el robo de sus bienes dirigidos a los países civilizados, a cambio de hambre y dolor.
Es extraño. Hace años los medios de comunicación nos hacían ver de vez en cuando, las imágenes de la miseria africana. Hoy, solo las bombas y ataques son noticias, las imágenes que se ven. La del niño desnutrido, del niño hambriento, ha desaparecido de nuestros receptores y sin embargo, cada minuto mueren a causa del hambre 10 niños y más de cinco millones al año. ¿Se intenta manipular la realidad cortándonos su visión? Y lo triste es que se podría evitar, tomar soluciones efectivas, ayudar a esas naciones a resurgir de la nada. Pero no interesa. Debe de seguir siendo personas ignorantes bajo gobiernos dictadores. Hay que seguir explotando sus recursos. Y lo mejor para ello, es no dar información, ni atragantarnos en las comidas cuando vemos las noticias. Sus poblaciones deben estar donde están, aguantando si miseria y su destino.
Los Belgas fueron los colonos de la ahora llamada República Democrática del Congo, antes Ruanda. Dividieron al país entre Tutsis y Hutus, los mismos colonizadores se encargaron de ello, los unos de color de piel más clara y narices menos anchas que los otros. Cultivaron el odio, se fueron, los dejaron solos y el país reventó. Sólo en cien días murieron violentamente un millón de personas. Hay una película que aconsejo que se vea y después se analice y se piense sobre el mensaje que da. Pocas películas nos hacen pensar y llorar en la angustia de un pueblo enfrentado así mismo por manipulaciones externas. Se llama “Hotel Ruanda” y el argumento es verídico.
Recientemente se ha estrenado otra película que nos hace temblar y que también aconsejo su análisis. Se titula “Diamantes de sangre”. Vemos lo que hay detrás de las hermosas joyas que lucen los seres humanos en los países “civilizados”, ignorantes voluntarios, de donde proceden y cual ha sido ciertamente su precio. Cientos de millones de dólares que surgen del comercio ilegal de diamantes están lejos de ser destinados a la asistencia económica y humanitaria. Van a parar a manos de la guerrilla y los ejércitos que practican el sombrío trueque de “diamantes por armas”. Esto ocurre en diversas partes del continente africano, incluido el Congo del Hotel Ruanda.
Hay una frase en esta última película sobre los diamantes, que se ha quedado clavada en mi mente y que a pesar de decirlo una vez, jamás se olvida: “Cada vez que en África se descubre un bien precioso, sus gentes sufren y mueren”. Cuando a mi entender tendría que ser al contrario, que parte de esa riqueza se quedara para las gentes. Pero no, lo extraen todo, encima lo realizan compañías extranjeras que tienen comprados a los gobiernos, por lo que nada de nada se queda para sus gentes, ni si quiera un honrado trabajo para poder comer una vez al día.
Si amigo lector, ahora desprecio el diamante que se ha convertido en África la raíz de un conflicto más, de tantos otros, que se expande. Explotados bajo la mirada de gobiernos corruptos con anuencia de gobiernos civilizados y democráticos, junto a milicias sin escrúpulos, las piedras preciosas se han convertido en agentes del trabajo esclavo, el asesinato, éxodos, destierros y colapso económico. Se juntan con las extraídas de una forma más humana, se blanquean y su procedencia se pierde. Hábil estrategia.
Las Fuerzas rebeldes o guerrillas, o gente compradas o como se quiera llamar, han matado, violado, mutilado y secuestrado a decenas de miles de civiles desarmados en Sierra Leona, pero también las fuerzas de gobierno. Como siempre, el dolor y el genocidio se extiende en la población civil. Unos, los países ricos llevan empresas para extraer los recursos del país africano, para ello necesitan que exista un conflicto armado, una guerrilla que para luchar contra el gobierno necesita armas que a su vez son proporcionadas por mercenarios de las empresas extranjeras a la guerrilla violenta, a cambio de que esta les entregue o facilite la materia prima preciosa que se desea. Un círculo bien preparado, estudiado y completado por el desprecio total a los seres humanos y su destino por parte de las multinacionales.
Esto mismo ocurre con otros materiales preciosos como el Coltan, un mineral escaso y que se utiliza para los teléfonos móviles, armas teledirigidas o juguetes electrónicos. Usos que no son imprescindibles y que podrían ser adquiridos de una forma sostenible, racional y digna, beneficiándose las gentes del lugar, y no, llevando especialistas para su adquisición sin que se revierta ningún beneficio al lugareño.
Con la madera la estrategia es parecida, aunque más visible. La tala ilegal de las selvas africanas, de indonesia y de la Amazonia, actúan destruyendo, violando los derechos humanos y del trabajador, esquilmando los pulmones de la tierra que son las que regulan el clima mundial.
Debemos pedir certificados en nuestras compras como consumidor responsable y no cerrar los ojos, siendo conformistas y sin querer conocer la cruda realidad. En madera pedir el certificado FSC, en los diamantes que tengan un Certificado en el que se asegure la no procedencia de una zona de conflicto y así, con cualquier otro bien que proceda de una materia prima extraída de los países pobres y humillados por sus propios gobiernos y por un mundo llamado tristemente “civilizado”.
PEDRO POZAS TERRADOS