domingo, octubre 21, 2007

¿Derechos humanos? ¿Derecho a un planeta vivo, por ejemplo?

Hay cosas de esta alocada época de la historia de la humanidad, a las que por mas vueltas que les demos nunca vamos a terminar de comprender.

Pasan cosas raras en este mundo, el problema es que son tantas que ya uno se va anestesiando y se va acostumbrando hasta que algo que debiera producirnos escalofríos, nos parece normal, habitual, o peor aun, ni lo vemos. Bosques enteros con la más increíble diversidad biológica, se convierten en plantaciones de árboles, que mutarán en packaging de artículos de consumo de lujo, que luego se convertirán en basura.

Ríos que como venas llenan de vida extensos territorios, son obligados a inundar valles y convertirse en lagos inertes, focos de enfermedad y productores de muerte para que podamos encender televisores, planchas, microondas, lustra aspiradoras y los carteles publicitarios que “indecoran” nuestras ciudades.

También las montañas sufren alteraciones que nunca hubieran esperado. En poco tiempo son explotadas, trituradas, pulverizadas, intoxicadas y mudadas una vez que se ha finalizado con la tarea de sacarle todo lo que representara un valor económico.

Y los océanos. Tres cuartas partes del planeta son agua, nos enseñaron desde pequeños. Lo que no nos dijeron es que durante el transcurso de nuestra corta vida la mayor parte iba a ser contaminada, saqueada y que se iban a extinguir gran cantidad de las especies que le daban vida.

Pero el aire nos causa problemas de verdad, es tan grande e inquieto que nos está costando mucho ver los efectos de lo que le estamos haciendo. Sin embargo algunas ciudades como Santiago de Chile o el DF mexicano nos ofrecen un testeo de lo bueno que puede ser para producir enfermedades respiratorias y epidérmicas si nuestro afán de contaminarlo es suficiente.

Entre todo esto, entre todas estas cosas raras que hacemos que sucedan en este mundo, están los Derechos Humanos. Decimos que son inalienables, innatos y universales, que los Estados tienen la obligación de reconocerlos asegurando su disfrute y protección a cada persona que habite su territorio. Firmamos y ratificamos a cada rato tratados internacionales y hasta declaraciones universales. Y no los cumplimos.

Mientras algunas personas gastan cientos o miles de dólares en un manjar exótico, un vino añejo, en joyas, en pieles, en cirugías estéticas y hasta en viajes espaciales, otras, muchísimas otras, mas de mil millones de otras, están desnutridas, no tienen nada que comer, nada para darle de comer a sus hijos. Tampoco tienen agua potable para beber, ni asearse. Y por supuesto que no tienen acceso a la salud, ni a la educación, ni a nada mas que una vida corta en la sala de espera de la muerte.

Es una época muy loca la que nos ha tocado vivir, son muchas las cosas que por mas vueltas que les demos no vamos a poder comprender. A algunos de nosotros nos queda aun, por suerte, posibilidad de decidir si ignorarlas y dejarlas así, como están, o tratar de cambiarlas.


Ricardo Natalichio

1 comentario:

Lorena dijo...

Por desgracia en este planeta, uno tiene más suerte o menos dependiendo del lugar en el que nace. Una verdad como un templo el post. Un abrazo.