Cerca de 300 millones de personas en el mundo – mujeres y
hombres indígenas, recolectores de productos del bosque, campesinos y otros
pueblos tradicionales dependen
directamente de los bosques para su subsistencia. La vida de estas personas se
ha vuelto cada vez más difícil. Sus territorios han sido y continúan siendo invadidos
y saqueados por empresas madereras; por empresas que buscan minerales, petróleo,
gas y carbón mineral; por hacendados y empresas del agronegocio – ganaderas,
forestales con sus grandes extensiones de monocultivos de árboles, de la cadena
industrial alimenticia con monocultivos de alimentos , y empresas que quieren construir
grandes represas hidroeléctricas para vender energía. De esta manera, es mucho
lo que ya se ha deforestado, causando gran destrucción, muchas veces con apoyo
de los gobiernos. Los planes de estos gobiernos para evitar la deforestación no
han sido eficaces, sino todo lo contrario. A menudo crean más problemas todavía
para las comunidades que dependen del bosque. Por ejemplo, se ha expulsado a
comunidades de sus territorios en función de la creación de parques naturales u
otras áreas de protección o conservación.
La propuesta más reciente que los gobiernos están
promoviendo para evitar la destrucción del bosque se llama REDD o REDD+,
términos de los que mucha gente ya oyó hablar. Generalmente los promotores de
REDD realizan sus proyectos en zonas de bosque tropical, habitadas por
comunidades que dependen del bosque para su subsistencia.
Para estas comunidades, la deforestación nunca fue una
práctica común. Suelen cortar algunos árboles para sus necesidades básicas o
hacen un pequeño claro en el bosque para producir alimentos, ya que estos
lugares suelen recuperarse. Destruir zonas de bosque no tiene sentido para las
comunidades, porque sería como destruir su propia “casa”. Las comunidades que
provocan alguna deforestación de mayores proporciones generalmente ya perdieron
parte de su territorio tradicional por la acción de grandes empresas o
hacendados.
Lo que suele ocurrir es que, en las zonas donde se
promueve un proyecto REDD, poca gente sabe lo que significa realmente. Varias
personas han escuchado a los promotores del REDD decir que el proyecto es
necesario por los cambios del clima, tales como el incremento de lluvias, de
sequías o el aumento de la temperatura. Los promotores de REDD dicen que es
necesario detener la deforestación para mitigar estos problemas y para
preservar lo que queda del bosque. También dicen que es preciso reforestar y
recuperar las áreas destruidas. Además de eso, siempre dicen que el proyecto va
a beneficiar a la comunidad, por ejemplo, con empleo, dinero y/o proyectos
sociales. Es más por la promesa de una mejoría de vida que la comunidad suele aceptar
el proyecto REDD.
Para obtener el apoyo de la comunidad y evitar que continúe usando el bosque como antes, los promotores de REDD suelen ofrecer algo a cambio a la comunidad, por ejemplo, empleo, dinero o financiamiento para un proyecto social. Sería una manera de compensar las pérdidas sufridas por el hecho de no poder usar más el bosque.
Los proyectos REDD suelen emplear personas de la propia
comunidad para que sean guardias forestales. Su tarea es vigilar a otros
miembros de la comunidad para que no vayan en contra de las “reglas” impuestas
por el proyecto de prohibición de tala de árboles, de caza y pesca y de cultivo
de la tierra en el bosque. REDD pone a unos contra otros, los que vigilan y los
vigilados.
Resulta cada vez más evidente que los esfuerzos de los gobiernos, ONGs, instituciones y empresas para que REDD sea la principal estrategia de reducción de la deforestación no está dando buenos resultados en los países con bosques tropicales. La tala continúa a
todo vapor impulsada por diferentes "proyectos de desarrollo” como la minería, las plantaciones industriales de palma aceitera, de soja y de otros cultivos, las hidroeléctricas y las infraestructuras para facilitar el desplazamiento de materias primas. Hasta el llamado “manejo forestal sustentable” termina provocando más
destrucción.
El Movimiento Mundial por los bosques Tropicales ha elaborado un informe titulado “10 alertas sobre REDD para Comunidades”, donde se plantean diez puntos que justifican la negatividad de este sistema de gestión “verde” que tiene por objetivo muchas veces lavar la imagen de empresas que por otro lado siguen destruyendo, contaminando y eliminando la biodiversidad de nuestro planeta.
Cabe recordar que mucho antes que REDD apareciera, para Proyecto Gran Simio y el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales y los que conocen mínimamente la problemática de los bosques tropicales, ya sabemos que la mejor forma de combatir la destrucción de los bosques es garantizar, a los pueblos y las poblaciones que viven en los bosques y que dependen de ellos, los derechos sobre su territorio y
sobre el uso de los bosques. Hay suficientes ejemplos en el mundo que comprueban que donde se garantizan estos derechos hay una mejor conservación de los bosques.
En la Convención sobre el Cambio Climático de la ONU, desde que se empezó a hablar de REDD, una de las cuestiones que más ha perjudicado a los pueblos del bosque es que los países, en sus esfuerzos para estar “prontos para REDD”, han insistido en señalar a dichos pueblos como los principales responsables de la deforestación debido a "prácticas" como la agricultura itinerante. Del mismo modo, indigna que los “grandes proyectos de desarrollo” antes citados no reciban el mismo tratamiento, sino que, por el contrario, continúen promoviéndose como acciones importantes para el “desarrollo”,
pese a la destrucción que causan.
Los promotores presentan REDD y REDD+ como una solución al cambio climático y a la deforestación. Argumentan que el carbono liberado cuando se quema un árbol es parecido al carbono liberado cuando las empresas queman, por ejemplo, petróleo, que provoca cambios en el clima. Y gracias a REDD podrían seguir quemando petróleo en la medida que “compren” carbono – es decir, el derecho a liberar carbono – a alguien que lo esté ahorrando – por ejemplo, a alguien que asegure que va a mantener intocado el carbono almacenado en los árboles de un bosque.
Pero ésta es una propuesta que viene de fuera e impone restricciones y prohibiciones a las comunidades en sus formas de vida y de uso del bosque: en ocasiones no podrán cortar, ni siquiera un árbol para fabricar una canoa, tampoco cazar, pescar y recolectar frutas, plantas medicinales y alimentos del bosque. Si alguien desobedece debe
enfrentarse a la policía o a algún guardia privado del proyecto REDD pudiendo perder su libertad. La comunidad como un todo pierde con eso.
Las familias que se sienten más aisladas, sin condiciones de trabajar, comienzan a buscar alternativas fuera de la comunidad, generalmente en las ciudades, se van de la comunidad, y la comunidad se debilita.
Esto implica la pérdida de formas de vida, culturas, y también de soberanía alimentaria, ya que no se pueden cultivar más los alimentos con la práctica tradicional de agricultura itinerante. Se trata de un control del territorio, de aquellas zonas donde el bosque se mantiene en pie, que es donde los promotores de REDD van a buscar el carbono, pero es también donde viven las comunidades, generando así un conflicto con ellas en cuanto a su uso del bosque.
Para ganar su apoyo, los promotores de REDD llegan con promesas de empleo, dinero y proyectos sociales para la comunidad, como compensación de las pérdidas por no poder hacer más uso del bosque.
Muchas veces la comunidad acepta el proyecto REDD pensando que así mejorará su vida. Pero luego se encuentra con varios problemas. Uno de ellos surge cuando algunos integrantes de la comunidad son empleados como guardias forestales, debiendo vigilar que los otros miembros de la comunidad no corten árboles, ni cacen ni pesquen ni cultiven en el bosque - REDD enfrenta unos contra otros. Otro problema puede surgir cuando ofrecen dinero a cambio del cual la comunidad debe crear una nueva organización, con un formato preestablecido, para administrar los recursos – esto puede causar conflictos con la organización tradicional de la comunidad.
Los proyectos REDD no tienen como objetivo el bienestar de toda la comunidad, por eso beneficia a algunos de sus miembros y a otros no, mientras que a otros incluso los perjudica y excluye. El resultado es la división de la comunidad, lo que afecta negativamente su capacidad de organización, algo fundamental para luchar contra los impactos negativos del proyecto y garantizar o retomar el control del territorio.
El objetivo central de los proyectos REDD es “vender” carbono y hacer dinero con el proyecto, no resolver los problemas que son comunes a muchas comunidades, como la falta de reconocimiento de sus derechos sobre el territorio o problemas en los servicios de salud, educación, transporte, comercialización de la producción comunitaria. O sea, la falta de políticas públicas adecuadas. Esto no lo resolverá REDD. Como tampoco resolverá REDD el problema de la deforestación. Estos proyectos se realizan en una determinada superficie de bosque. Fuera de ese espacio, se puede seguir con las actividades destructivas.
¿Y quiénes financian los proyectos REDD? Además de algunos gobiernos figuran industrias contaminantes que quieren mostrar que “compensan” de alguna forma su contaminación en otro lugar. Pero la “compensación” con la compra de carbono no resuelve el futuro de los bosques ni del cambio climático, porque las materias primas
que necesitan esas industrias – minerales, petróleo, carbón, grandes insumos de electricidad de grandes represas hidroeléctricas – vienen muchas veces de áreas de bosque. Las empresas continúan contaminando y deforestando, pero con REDD se “maquillan de verde” argumentando que ponen dinero en proyectos que “reducen” la
deforestación.
Otros actores de los proyectos REDD son grandes ONGs, técnicos del Estado, consultores, que se ocupan de la coordinación y las cuestiones “técnicas” del proyecto.
En parte, no es difícil entender qué es REDD. Pero es muy difícil o imposible entender que la contaminación de un lugar pueda ser compensada por una actividad realizada a miles de kilómetros de distancia. Y es más difícil aún de entender que, además, la
contaminación dé lugar a nuevos negocios, como la compra y venta de carbono, en el llamado mercado de carbono.
Las comunidades afectadas explican REDD diciendo que hay un problema de contaminación en un lugar distante de su comunidad y los promotores de REDD intentan resolver ese problema dentro del territorio de la comunidad, o sea, dentro de su “casa”. Por eso sugieren que lo mejor es resolver el problema donde surgió, y no en
su territorio, donde les traen aún más problemas. Es claro que una solución lógica y mucho más simple y sensata para los grandes problemas de la contaminación es pararla donde se está realizando.
También se sabe que la mejor forma de cuidar el bosque es garantizar a los pueblos del bosque y demás comunidades que dependen de él sus derechos territoriales y de usufructo y apoyarlos, además de contribuir con sus formas de conservación y manejo del territorio. Y sin duda es preciso enfrentar y prohibir las causas directas de la deforestación, entre ellas la minería, la explotación de petróleo, la construcción de grandes represas, la expansión de monocultivos…También es necesario cambiar el gran consumo de productos y energía de apenas una minoría de la humanidad, sobre
todo en Estados Unidos y Europa.
Pero REDD no propone nada de eso, al contrario. Habilita a las empresas a contaminar y a seguir deforestando … en otro lado.
Una vez
más, el negocio de la economía verde implantada por las grandes naciones ajenas
a la destrucción de la biodiversidad y dirigida por políticos y
multinacionales, intentan ocultar la realidad a la comunidad internacional,
erigiéndose defensoras del medio ambiente, cuando en verdad están contribuyendo
a todo lo contrario, con un total despotismo contra las comunidades campesinas
e indígenas.
Por
ello es necesario que estas operaciones que sirven de escudo para maquillar los
brazos destructores de las multinacionales y que los políticos avalan y
favorecen, sean desenmascaradas y que el ciudadano del mundo compruebe que solo
actúan para el beneficio económico, nunca para el bienestar social y la
protección medioambiental.
Los
certificados como el FSC, el negocio de la venta de emisiones, la economía
verde, la cumbre de la Tierra, el REDD, etc., son iniciativas interesadas que
no escuchan la voz de los verdaderos defensores de las selvas tropicales, que
por otro lado, sus lideres están siendo asesinados impunemente y sus pueblos
llevados a la miseria y el olvido.
PEDRO POZAS TERRADOS.
Director Ejecutivo del
Proyecto Gran Simio (GAP/PGS-España)
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