Selvas y bosques, pueblos indígenas, fauna....nada escapa a la inconsciencia de la maquinaria moderna, una máquinaria sustentada por todos nosotros y dirigida por las élites económicas del mundo
“Según
cuenta la leyenda, pasada de boca en boca, hay una manera de saber si una
piedra es una auténtica esmeralda. Se calienta hasta alcanzar cierta
temperatura, y si se rompe en añicos es que era real. Pero entonces… ¿dónde
queda la esmeralda? ¿Destruida y pulverizada a pesar de su gran valor? ¿Quién
se arriesgaría a comprobarlo si después de muchos esfuerzos y sacrificios ha
encontrado la lágrima de una esmeralda que podría haber sido la salvación de su
vida y la de su familia? ¿Cuánto valor hay que demostrar, cuánta estupidez hay
que tener y cuánta ceguera cubriendo las neuronas si se diera ese paso? La
Tierra es nuestra esmeralda. Una piedra preciosa de color verde intenso, del
color de la selva, de la vida y, por qué no, de la esperanza. Una piedra que
estamos destruyendo, calentando con intensidad. Estamos ahogando el porvenir de
las generaciones futuras y llegando con la rapidez del ciclón al punto del no
retorno, al límite de la seguridad estable de nuestro planeta, el mismo punto
de ebullición en el que una esmeralda, nuestra Tierra, está a punto de saltar
en mil pedazos.”
Selvas y bosques, pueblos indígenas,
fauna… Nada escapa a la inconsciencia de la maquinaria moderna, una maquinaria
sustentada por todos nosotros, desde las élites económicas y políticas hasta
los ciudadanos de a pie, que observamos desde nuestra individualidad como más
allá de las fronteras de nuestro país se vulneran los derechos del planeta y
los seres que lo habitan. Esta esclavitud a la que están sometidos esos países
que llamamos “del tercer mundo” es la que hace posible nuestra sociedad
moderna, del progreso y los excesos, tal y como la conocemos, impensable sin el
expolio de materias primas para la producción y el consumo insostenible. Un
expolio que está provocando la desestructuración de las comunidades indígenas,
contaminando el medio, arrasando selvas y dejando sin alimento, hogar y
dignidad a miles de seres humanos y no-humanos. Es entre éstos últimos donde se
encuentran los grandes simios, hermanos evolutivos olvidados a los que estamos
robando el hábitat y la vida.
Lágrima
esmeralda nos ofrece una
visión integral de la actualidad mundial respecto a selvas y bosques, las
comunidades que allí habitan y las especies animales en peligro, con particular
atención en los grandes simios. La lucha por los derechos naturales y legales
de estos últimos ha sido durante lustros la punta de lanza de un intenso
activismo y apasionada dedicación, por parte del autor de este libro, en pos de
la recuperación de nuestra preciosa esmeralda.
Hemos
heredado una esmeralda tocada, rota en diferentes vértices y en lugar de
conservarla, cuidarla y reparar, hemos colocado un muro a la insensibilidad y
la ignorancia. Nuestra esmeralda está muriendo, está desapareciendo por
decisiones de un poder económico que se ha convertido sin lugar a dudas, en un
verdadero crimen de lesa humanidad. Cientos de multinacionales son responsables
de las mayores barbaridades que nos podamos imaginar. Se están cometiendo en la
actualidad, el asesinato de miles de líderes indígenas que luchan por la
conservación de las selvas tropicales que de por si deberían estar ya
protegidas por beneficio a la biodiversidad de nuestro planeta. Miles de
campesinos, periodistas, luchadores en la defensa de la tierra y la
conservación de los pueblos del bosque, son igualmente asesinados, haciéndoles
desaparecer para siempre mientras hipócritamente, las Naciones Unidas celebran
los años internacionales del bosque o la biodiversidad, sin importarle para
nada la situación real de lo que esta ocurriendo. Una vergüenza que hace que la
dignidad humana quede por los suelos.
Lágrimas
de esmeralda caen por las mejillas de quienes intentamos buscar una solución a
estos desmanes y solo encontramos puertas cerradas, mentes huecas carentes de
toda humanidad, espinas adosadas en senderos maltrechos sin posibilidad de
llegar a una solución estable, a un mundo mejor y más desarrollado, donde todos
los recursos naturales fueran propiedad de la humanidad, donde el respeto por
la vida de todos los seres vivos fuera el objetivo principal de nuestra
existencia, donde el bienestar de todos nos hiciera felices de vivir en una
Tierra hermosa. Pero los sueños se desvanecen cuando despertamos y el mundo se muestra
de manera cruel, tal cual es.
Si
permitimos que nuestra Esmeralda estalle en mil pedazos, estaremos dando paso a
la incoherencia y la maldad de unos pocos contra muchos, cometeríamos un
crimen no sólo contra nosotros mismos y
el resto de los seres vivos que pueblan el planeta, sino contra las
generaciones futuras que no podrán disfrutar de esa Esmeralda verde que tanta
esperanza nos transmite y que con tanto ahínco han luchado muchos héroes de la
Tierra que han y siguen siendo
asesinados por defenderla.
La
igualdad debe ser un valor alcanzable por nuestra civilización, un logro a
perseguir en cada momento y extenderla más allá de nuestra propia especie, es
un don que el ser humano debe poseer y mostrar para siempre.
Nos
enfrentamos a la triste realidad de una extinción anunciada, donde el hombre,
imparable en su labor destructiva como especie dominante y peligrosa, no se
para a pensar en las consecuencias de su abusiva conducta. La Tierra tiembla
bajo las botas del ser humano. El cambio climático ocasiona numerosas tragedias
humanas. Los países del mundo reconocen que la culpa de todo esto, son las
propias manos del homo sapiens y sin embargo nadie hace nada por intentar parar
esta inconsciencia, esta ceguera que oculta la realidad.
La problemática de los Grandes Simios se ha
convertido en un grave peligro de su propia existencia. Numerosas amenazas
pesan sobre ellos diariamente y en quince o veinte años, habremos dejado de
compartir espacio con estos seres ancestrales, con estos hermanos evolutivos que
a pesar de encontrarse al mismo nivel que los hombres prehistóricos, los
tratamos como simples animales, como carne de laboratorio y alimento, de risa y
de rejas, no queriendo darles sus más elementales derechos, a la vida, a la
libertad y no ser torturados no física ni psicológicamente. Parece como si a
pesar de saber que compartimos con ellos el 99% del ADN, quisiéramos cerrar los
ojos ante la evidencia por temor a enfrentarnos con otro ser como nosotros.
Estamos acostumbrados a ser únicos en la tierra, a sentirnos egocentristas,
donde todos los seres vivos giran
alrededor nuestro y no queremos
aceptar que hay otros que han
recorrido el mismo camino que nosotros y que sin embargo no les reconocemos ni
siquiera el derecho a la vida.
Ciertamente estamos cometiendo un grave error,
donde las generaciones futuras nos reprocharán por nuestra ignorancia y nuestro
egoísmo, el no haber estado a la altura de la sabiduría que tanto nos
enorgullece y que ponemos como ejemplo y modelo de la superioridad del ser humano
ante el resto de las especies.
Muchas veces, cuando las noticias salta a los
medios de comunicación sobre el descubrimiento de un nuevo homínido de hace
millones de años o los ya famosos
yacimientos de Atapuerca que tanta importancia parecen haber tenido, nos
vemos ciegos de ambición y poder,
ciegos de una ciencia que no avanza en determinados aspectos, que ha quedado
estancada. Queremos seguir estando solos sin rendir cuentas a nadie, para así
dominar el mundo como lo estamos haciendo,
para hundir la tierra en la hecatombe. Estoy convencido, que si mañana
descubriéramos a un grupo de neandertales que hubieran sobrevivido hasta
nuestros días, serían tratados como meros animales y nuestras miradas seguirían
desviadas hacia los que no pueden cambiar la línea establecida, hacía los
huesos del hombre prehistórico.
El hombre cree que dominar es arrasar, es destruir,
es matar. Hasta tal punto se lo cree, que se mata así mismo, que destruye los
seres tan maravillosos que comparten la vida en este planeta. Existe un cambio
climático evidente acelerado por culpa de los humanos, de sus malas gestiones,
de su agresión al medio en donde habita, y sin embargo nadie hace nada para
desacelerar esta locura. Ahora nos echamos las manos a la cabeza cada vez que
una catástrofe natural se lleva a miles de personas por delante. Pero todo
queda en el horror de las muertes y de las pérdidas económicas y seguimos
obstinados en seguir hacia delante con el petróleo, en no buscar y fomentar
alternativas energéticas limpias y libres. No estoy proclamando una vuelta a
las cavernas. Lo que estoy gritando y muchos otros también lo hacen, es que
tenemos la suficiente tecnología para efectuar de una forma radical un cambio
de rumbo a todos los niveles. Somos inteligentes o al menos nos lo creemos. Por
ello este cambio de camino tiene que realizarse de una forma rápida. No podemos
esperar décadas para tomar decisiones, años para votarlas, y otra década para
cumplirla, ya que nos habremos encontrado con nuevos problemas. El medio
ambiente es más serio de lo que muchas personas creen. El conservar el tesoro
de la biodiversidad es más importante de lo que algunos políticos dicen
prometer. No les interesan en lo más mínimo conservar la vida y el bienestar de
las personas y es fácil tirarnos como colillas hundidos en el charco de la
calzada.
Es gracioso ver algunos “científicos” de salón o
primatólogos de boquilla, cuando entonan en sus conferencias las alabanzas de
sus estudios que en ocasiones no llegan a ningún lado y que mueren en
recopilaciones absurdas. Gente que se cree de otro rango y que sin embargo no
son capaces de levantar su voz por la defensa de los bosques primarios, la casa
de los primates. Se reúnen como conejillos sin rumbo, entonan sus palabras
buscadas y moldeadas y esperan que les den palmaditas en la espalda como si
fueran eminencias. Que ilusos y que pobres de pensamiento y palabra. Si no se
conservan los bosques primarios, sino luchamos en defensa de la biodiversidad,
no tendremos primates en libertad y por consiguiente, tampoco primatólogos de salón.
En este sentido, algunos científicos tras los
fraudes que constantemente se realizan y los robos de trabajos y artículos
engañosos en todas las partes del mundo, dicen que la lección más importante
que debemos aprender, es que la ciencia no es algo especial; por lo menos, ya
no. Tal vez fuera cuando Einstein hablaba con Niels Bohr y no existían más que
unos pocos especialistas importantes en cada campo. Ahora, en cambio, Estados
Unidos cuenta con tres millones de investigadores, sin contar con el resto de
los países del mundo. La ciencia ya no es una vocación, es una profesión, un
negocio, una actividad humana igual de corruptible que cualquier otra. Los que
la ejercen, no son santos, son seres humanos y hacen lo mismo que el resto de
los seres humanos: mentir, engañar, robarse unos a otros, entablar demandas,
ocultar datos, falsificarlos, darse una importancia exagerada y desacreditar
injustamente a los que sostienen un punto de vista opuesto. Así es la
naturaleza humana y nunca cambiará, al menos mientras siga en este pedestal
único del super-sapiens, del egocentrismo patológico y de la inconsciencia
ilimitada.
Este es el panorama con el que nos enfrentamos y al
que tenemos que poner una solución que haga brillar de nuevo a nuestra
esmeralda y que las lágrimas verdes de cristal puro, conquisten los corazones
de la igualdad.
Este libro quiere ser un grito en defensa de la
biodiviseridad, en defensa de nuestros hermanos evolutivos y en defensa de los
no humanos que no tienen voz. Es un canto a la vida y una denuncia a la muerte,
una luz a la esperanza y un clavo doloroso a la cautividad, una lágrima de
esmeralda y una igualdad más allá de la humanidad.
PEDRO
POZAS TERRADOS (NEMO)
Quien quiera el libro, puede ponserse en contacto conmigo en nautilusmar@yahoo.es - Teléfono: 678 708 832. Cuesta 15 euros. Con los gastos de envío asciende a 23,00 euros. Los que esten en Madrid podemos quedar en la Puerta del Sol para evitar los gastos de envio.
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