Pocas
investigaciones independientes se dan a conocer en los medios de comunicación
para información de la sociedad, entre otras cosas, porque también esos medios
participan de forma cómplice con el sistema. Se sabe del aumento de cánceres,
de enfermedades extrañas, de miles de muertes, de ataques al corazón, de
cánceres de pulmón, pero nadie denuncia el origen de todo ello. Los Estados dan
las estadísticas, se emplean millones de euros para investigación privada en
buscar como atajar el cáncer y otras enfermedades como el alzheimer. Pero
ninguno mira hacia atrás y busca el origen y el porque nuestras células
enferman con rapidez inusual. Lo saben, pero si solucionaran este grave
problema de muertes y enfermedades, se acabaría el gran negocio de la salud.
Los ciudadanos debemos saber quien esta detrás de todo esto, porque interesa
mantener enfermedades en lugar de curarlas. Hay trabajos muy serios donde se
dan nombre y apellidos en esta estafa mundial a la salud de las personas, pero
en lo que pueden, intentan ocultarlo.
“Nuestro
veneno cotidiano. La responsabilidad de la industria química en la epidemia de
las enfermedades crónicas”, es un libro escrito por Marie-Monique
Robin, una valiente escritora e investigadora, que ha denunciado en su libro,
como nos envenenan de una forma descarada sin que las autoridades sanitarias
hagan nada por evitarlo. El libro bien pudiera presentarse en un Juzgado para
que se tomara acciones judiciales contra la industria química y ordenar de
forma inmediata, la incautación de miles de productos químicos que ocasionan la
muerte y enfermedades en nuestra sociedad globalizada.
Según
se expone en la contraportada del libro, en los últimos treinta años el índice
de cáncer ha aumentado más de un 40%. En este mismo periodo, el incremento de
enfermedades como la leucemia y los tumores cerebrales en niños ha sido,
aproximadamente, del 2%. Se constata en los países desarrollados, en el estado
de bienestar, una evolución similar en problemas de origen neurológico (Parkison
y Alzheimer) y múltiples disfunciones en la reproducción. Dos años le ha
bastado a Marie-Monique para poner sobre la mesa el cóctel químico de la
irresponsabilidad de los Estados, en la protección de la salud de sus
ciudadanos. Hay dos preguntas claves que deberían de ser portada en todos los
servicios informativos: ¿Cómo es posible que no exista información sobre los
componentes tóxicos que conllevan infinidad de alimentos? ¿Cómo es posible que
la ciencia esté al servicio de las multinacionales y sus intereses y no al
servicio del progreso humano y la salud?. Preguntas claras con respuesta transparente: interés
económico y poder.
En
el libro se realiza numerosas entrevistas a expertos en materia de sanidad,
químicos, médicos...se señalan decenas de informes que certifican el aumento de
enfermedades derivadas de los productos químicos (herbecidas, insecticidas,
colorantes, conservantes, edulcorantes, etc,). Productos que no han sido
analizados ni testados para comprobar el daño a los seres vivos. Dan salida a
miles de productos químicos anualmente sin control y para demostrar su
toxicidad, se necesita comprobar que dañan a las personas, en lugar de actuar
con el principio de precaución y no dejar salir ningún producto al mercada
hasta certificar su inocuidad.
Sólo
con los pesticidas, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud en
1990, al año se contabilizaban entre uno o dos millones de casos por
envenenamientos no voluntarios ocurridos en accidentes relacionados con
actividades de pulverización. A ello se añade dos millones de intentos de suicidios. Hoy en día las
cifras han podido duplicarse. Y aquí, Marie denuncia en su libro en que si nos
encontramos en este punto, es también porque los políticos han dejado a los
industriales dictar su ley que consiste en “exigir que se demuestre la
toxicidad de sus productos antes de cualquier reglamentación, lo que
equivale a aplicar el principio del
derecho penal a las sustancias presuntas inocentes mientras no se demuestre su
culpabilidad, como denuncia Geneviève Barbier y Armand Farrachi en su libro “La
sociedad cancerígena”. Aquí radica el gravísimo problema.
Hace
70 años, ya existían informes clínicos y experimentales muy detallados, que
demostraban que la mayoría de los agentes químicos muy utilizados en la época,
como el arsénico, el benceno, el amianto, los colorantes sintéticos o las
hormonas, se consideraban cancerígenos para los humanos, según declara Devra
Davis, epidemióloga estadounidense en su libro “La historia secreta de la
guerra del cáncer”. Si todos los investigadores ya habían comprendido que
la causa principal de la explosión de los cánceres, era le exposición a agentes
químicos y si por añadidura, sigue diciendo Devra, sabían ya como había que
proceder para limitar los daños causados por los venenos ¿por qué no se les
escuchó? La respuesta es tan simple como la pregunta una vez más: si se
ignoraron lo trabajos y recomendaciones de todos estos investigadores que
presentaron los informes, es porque a partir de la década de 1930, la industria
empezó a organizarse para controlar y manipular la investigación sobre la
toxicidad de sus productos llevando a cabo una guerra despiadada contra todos
los científicos que querían mantener su independencia en nombre de la defensa
de la salud pública. Devra, durante una conferencia en el Museo de Carnegie de
Historia Natural de Pittsburg el 15 de octubre de 2009, exclamo que desde 1971,
se ha declarado una guerra contra el
cáncer y la enfermedad no ha dejado de crecer “¿Por qué?. Porque el desde el
principio luchamos con armas
inadecuadas, privilegiando la investigación de tratamientos en vez de la
prevención....pero afirmo, que mientras que no se luche contra los
contaminantes químicos, contra las hormonas de síntesis, contra los pesticidas
o contra las ondas, no se podrá ganar la guerra contra el cáncer. Para ello,
hay que tener el valor de hacer frente a los poderosos intereses y a las
mentiras de los industriales que ocultan la peligrosidad de sus productos, como
han hecho durante tanto tiempo los fabricantes del tabaco”.
Los
doctores LaSalle Lefall y Margaret Kripke que dirigieron durante un año el
“President`s Cancer Panel” dirigieron una carta al Presidente de Estados Unidos
Barack Obama:
“Señor
presidente, en 2009 aproximadamente un millón y medio de hombres, mujeres y
niños estadounidenses han sido diagnosticados con un cáncer y 562.000 han
muerto de la enfermedad. Nuestro Panel constató con inquietud que se ha
subestimado groseramente el peso real de los cánceres debidos a factores
medioambientales. Con unos 80.000 productos químicos actualmente en el mercado,
gran cantidad de los cuales los utilizan los estadounidenses cotidianamente
aunque han sido testados parcialmente o no lo han sido en absoluto y aunque
están mal reglamentados, la exposición de estas sustancias cancerígenas está
muy extendida......Por ello el panel pide encarecidamente que utilice todo el
poder que le confiere su función para retirar de nuestra alimentación, de
nuestra agua y de nuestro aire, todas las sustancias cancerígenas y otras
toxinas que aumentan inútilmente la factura de gastos sanitarios, debilitan la
productividad de la nación y devastan la vida de los estadounidenses”
Richard
Clapp, epidemiólogo de Boston, declara en este libro que “es hora de abrir
loa ojos sobre el papel fundamental que desempeña la contaminación química en
el aumento sin precedentes de los cánceres, pero también de las enfermedades
neurodegenerativas o de las disfunciones de la reproducción, que caracterizan
el mundo industrial”
El
7 de mayo de 2004, en la UNESCO, durante el coloquio “Cáncer, medioambiente
y salud”, el profesor Dominique Belpomme, hizo una declaración firmada por
todos los asistentes denominada el “Llamamiento de París”, en la que
decía: “Nosotros, científicos, médicos, juristas, humanistas y ciudadanos,
convencidos de la urgencia y de la gravedad de la situación, declaramos que: el
desarrollo de muchas enfermedades actuales se debe a la degradación del medio
ambiente; la contaminación química constituye una grave amenaza para los niños
y para la supervivencia del ser humano; como nuestra salud, la de nuestros
hijos y las de las generaciones futuras está en peligro, lo que está en peligro
es la propia especie humana”. Declaraciones de este tipo realizada por
profesionales, ha sido ocultada a la sociedad por la clase política, fieles
títeres de las grandes multinacionales.
Marie-Monique
puntualiza en su libro, que el 11 de enero de 2010, tuvo un encuentro con
Andreas Kortenkamp, un científico de origen alemán que es autor sobre todo de
un informe sobre el cáncer de mama que presentó a los eurodiputados el 2 de
abril de 2008, y en el que decía que el aumento permanente de la tasa de
incidencia de este cáncer que hoy afecta a una mujer de cada ocho en los países
industrializados y representa la primera causa de muerte de cáncer de las
mujeres de treinta y cuatro a cincuenta y cuatro años, se debe principalmente a
la contaminación química.
Si
se sabe todo esto y se ha presentado a los eurodiputados, esto significa que
son cómplices de asesinatos masivos a la población humana, ya que no se toman
medidas efectivas y sanitarias, para evitar que los productos químicos acampen
a sus anchas, permitiendo la entrada de
cientos de productos químicos al año sin ningún tipo de control. Esta es la
información clave que revela este libro y que se acusa directamente a los
responsables, ya que no se toman medidas para evitar millones de muertes
originadas por miles de productos químicos sin control. Andreas denuncia “que
hay en Europa entre 30.000 y 50.000 productos químicos en el mercado, de los
cuales solo se ha testado un 1%. Todos los demás son sospechosos cancerígenos
hasta que no se demuestre lo contrario”.
Marie-Monique
es su libro de 667 páginas aclara que la aplicación del principio de precaución
de los productos químicos, no provocaría una catástrofe económica, sino al
contrario, permitirá ahorrar mucho dinero en los gastos millonarios que se
derivan de las enfermedades cancerigenas de todo tipo, pero claro, entonces y
como le dijo el epidemiólogo Richard Clapp “la lógica del principio de
precaución va en contra de los intereses privados de las industrias
farmacéuticas para la que el cáncer representa el cangrejo de oro” y añadió:
“Ahora bien, quienes nos venden los medicamentos para curar nuestras
enfermedades crónicas son también quienes nos han contaminado y siguen
contaminándonos. Ganan en todos los frentes”.
En
este sentido, la toxicóloga Jacqueline Verrett, escribía en 1994: “Es necesario
que las agencias de reglamentación dejen de prestar derechos a los productos
químicos. Los productos químicos, no tienen ningún derecho, quienes lo tienen
son las personas....”
Un
rayo de esperanza.
Para
poner una luz a todo este entramado y mientras que nuestros políticos no
quieran poner solución al origen del cáncer, ya que existen cientos de estudios
que señalan el causante del mismo, debemos poner solución inmediata y
protegernos nosotros mismos.
Marie-Monique termina en conclusión, que se debe de cambiar de
paradigma en esta lucha y buscar el bienestar
de la humanidad. Mientras tanto el profesor Richard Bèliveau la explicó que
“el cáncer es como una mala hierba, para iniciarse necesita un grano. Este debe
ser alimentado por unos agentes promotores para poder desarrollarse. Cuando se
consume alimentación industrial y transformada, que utiliza, por ejemplo,
aceites hidrogenados o grasas trans, ricos en omega 6, uno se pone metabólica y
fisiológicamente en modo proinflamatorio y se favorece el crecimiento del
grano. En cambio, si se consume gran cantidad de vegetales, se bloquea el
desarrollo de la mala hierba”.
Este
mismo profesor que es titular de la cátedra de prevención y tratamiento del
cáncer de la Universidad de Québec en Montreal y dirige según nos comenta
Marie-Monique en su libro, un equipo de treinta investigadores que estudian el
potencial anticancerígeno de las frutas y verduras, es autor de más de
doscientas treinta publicaciones en revistas médicas internacionales y cuenta
que : “Lo que ha demostrado la investigación en el curso de sus últimos
veinte años, es que algunos vegetales contienen unas moléculas que
farmacológicamente tienen el mismo efecto que algunos medicamentos de quimioterapia gracias a sus componentes.
Algunas de estas moléculas son citotóxicas: destruyen las células cancerosas.
Otras son proapoptóticas: llevan a la célula cancerosa a suicidarse. Otras aún
son antiinflamatorias: bloquean la inflamación que necesita la célula cancerosa
para favorecer el desarrollo. Cuando el cáncer está en su infancia y lentamente
trata de implantarse, consumiendo estas moléculas, se crea un entorno hostil
que impide la selección clonal de la células cancerosas iniciadas, las cuales
van a dar un cáncer. Por consiguiente, por medio de la alimentación, se puede
prevenir la promoción del cáncer. Este arsenal de moléculas anticancerosas está
presente en la familia de las crucíferas: repollos, coliflores, coles de
Bruselas o, el mejor de todos, el brócoli, cuyos glucosinolatos favorecen la
apoptosis (muerte celular programada). Hay también la familia allium: el ajo,
la cebolla, los puerros o las chalotas, cuyos componentes sulfurados
constituyen una excelente protección contra el cáncer, sobre todo de próstata.
Existen además, la familia de los pequeños frutos rojos: los mirtilos, las
moras, las grosellas y sobre todo, las frambuesas, que contienen ácido elágico
cuya virtud es bloquear la angiogénesis (crecimiento de vasos sanguíneos nuevos
que los tumores necesitan para crecer). No hay que olvidar el Te verde, que
bloquean la iniciación de la angiogénesis: yo mismo he testado su efecto en
líneas de células cancerosas y he constatado que relentiza el crecimiento de
células de la leucemia, del cáncer de mama, de próstata, del riñón, de piel y
de boca. Hay también el chocolate negro, los cítricos o el vino tinto que
contienen resveratrol”
¿Por
qué no se conoce todo esto?, le pregunta Marie-Monique. Richard coontesta que “por
que no se gana dinero con los resultados de mis estudios. Tengo que pelear
constantemente para obtener financiación. Tomemos el ejemplo de la curcumina,
que es el principal constituyente de la cúrcuma, en al que muchos estudios han
demostrado que es un poderoso antiinflamatorio que actúa en todas las etapas
del cáncer”. La cúruma no se puede patentar ya que se utiliza en india
desde la noche de los tiempos, siendo uno de los ingredientes del curry en la
gastronomia y que aporta el color amarillento intenso procedente de la raíz de
la planta.
Mientras
tanto, se siguen autorizando la salida de decenas de productos químicos
contaminando nuestro medio ambiente, la vida, nuestra salud...¿hasta cuando? La
deshumanización del hombre ha llegado a poner en primer lugar el negocio y la
riqueza y en el último término la vida de los seres vivos, la vida de la propia
humanidad. Espero que las generaciones futuras se den cuenta del error y puedan
dirigir sus vidas hacia el bienestar de la salud, poniendo en primer lugar, la
vida y la igualdad, si es que llegan a tiempo.
PEDRO
POZAS TERRADOS (NEMO)
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