LA GORILA KOKO ME HIZO
LLORAR
“Si bien existe una
diferencia abismal entre el hombre y los demás animales, podría decirse que ese
abismo no es más profundo que el que separa a unos hombres de otros”
Galileo, 1630
Pedro Pozas Terrados
La
hemos visto llorar por la muerte de su amigo gatito, tener sensibilidad y
empatía hacía otra especie, aprender nuestro lenguaje de signos, comunicarse
con nosotros como un homínido más miembro de nuestro propio linaje. La hemos
visto reír, pedir cosquillas o comida, extender la mano para tocarte, abrazarte
delicadamente, dar besos, sentir emociones como cuando la contaron que su amigo
gatito había muerto y tantas otras inquietudes y gestos de acercamiento entre
especies, que la hacen a ella y a los miembros de su especie a quien
representa, ser miembros de nuestra propia familia, ser un eslabón vivo de la
propia historia de la humanidad.
Si, ella, Koko es una Gorila, que
nos ha enseñado la capacidad de una especie a quien los humanos la hemos
rebajado para nuestro disfrute encerrándola en zoológicos y privándoles de la
libertad y su derecho a evolucionar libremente. Como Koko, otros grandes
personajes homínidos no humanos han pasado a la historia como la chimpancé
Washoe con el lenguaje de signos; Guga
un chimpancé del Santuario de Sorocaba del Proyecto Gran Simio que amaba enseñar
a los reporteros el santuario; Copito de Nieve emblema de Barcelona; Chantek
una orangután que ha aprendido un lenguaje de comunicación por signos; Kanzi
la Bonobo que ha aprendido de igual forma un lenguaje de signos establecido
entre los cuidadores y ella; Cecilia la chimpancé que una jueza aceptó el
Habeas Corpus y se ordenó su traslado al santuario del Proyecto Gran Simio en
Brasil por estar en malas condiciones en el zoológico de Mendoza (Argentina) y
ser considerada “sujeto de derechos”;
Sandra del recién cerrado Zoo de Buenos Aires (Argentina) donde otra jueza la
ha declarada que es “una persona no humana”, Kika, una chimpancé a la que
conocí y que entablamos relaciones de amistad sobre todo con mi hija o “Lili”, otra amiga a la
que nos unió una especial relación de amistad. La lista podría continuar seguramente,
cada una de ellas con una historia admirable que nos ha llegado al corazón de
todas las personas que luchamos por sus derechos básicos y que seguramente por
desgracia, quedarán relegadas en el olvido de una sociedad que muchas veces no
sabe apreciar los valores de los otros seres vivos, de sus circunstancias y su
problemática de exterminio y encierro sin haber cometido delito alguno. De una
ciencia muchas veces limitada y no abierta, donde estos personajes singulares
históricos serán conocidos en el mundo de psicología como comportamientos casi
humanos, sin ir más allá para pedir su protección, liberación o conservación de
su hábitat. Solo estarán ahí, para ser consultado, pero apartados de una
ejemplaridad que debería revolucionar los conceptos que tenemos de “animal” o
“especie”.
Koko lloró por su gatito, lloró
cuando la comunicaron la muerte de un amigo humano, el actor Robin Williams.
Ahora nosotros lloramos por ella, por su marcha sigilosa en la noche, por su
sueño de libertad a los 46 años, por esa ternura que desprendía en todos sus
actos y la nobleza de su personalidad. Lloramos porque cuando hablaba con el
lenguaje de signos, no veíamos a un ser distinto a nosotros, sino a una persona
que amaba la vida, que gozaba y reía en las alegrías y lloraba en la tristeza.
Se ha ido en silencio, cuando las
estrellas del universo resplandecían en el cielo, cuando dormía tal vez soñando
por estar con los suyos, agradecida por aquellas personas que la han protegido
de forma continua hasta su muerte.
Este hecho lamentable que trasmitía
por las redes sociales antes de ser conocido por los medios de comunicación, es
uno más para reforzar nuestra lucha por una Ley de Grandes Simios que en 2008
fue aprobada para legislarla por la Comisión del Medio Ambiente del Congreso y
que sin embargo quedó olvidada en el tiempo, donde duermen otras muchas
iniciativas para el progreso de la dignidad como sociedad responsable.
Koko se fue a hurtadillas, tal vez
en busca de su gatito que tanto quería o de su amigo Robin que allá en el
universo de los luceros la llamaba. Es imprescindible que su historia sea
traducida a todos los idiomas como lo fue la vida de la chimpancé Washoe en el
libro titulado “Primos Hermanos” escrito por Rogers Fouts, el maestro que le
enseñó el lenguaje de signos.
Estas vidas que hoy día por suerte
se puede uno documentar por internet y ver los videos que han sido subidos, no
deberían quedarse sólo para el estudio psicológico en las universidades, sino
ser historias que deberían conocerse desde la más temprana edad donde aún las mentes
no han sido manipuladas , donde las niñas y niños comienzan abrir sus ojos para
conocer el mundo de la realidad en el que viven y de esa forma cuando sean
adultos, comprender que esas otras especies que comparten con nosotros este
maravilloso planeta, deben ser respetadas para que continúen con la evolución
de sus propias vidas sin que estén encerrados en cuatro paredes para
disfrute de una sociedad que debe
valorar en gran medida el respeto de la biodiversidad de nuestro planeta.
Koko nos ha dejado imágenes que
desbordan cualquier texto que se pueda escribir sobre ella y desde luego ruego
a quien lea estas palabras a que la busquen por youtube y la conozcan.
Seguramente muchos podrán cambiar el concepto que tienen aún sobre los grandes
simios, nuestros hermanos evolutivos, nuestros amigos que forman parte de
nuestra propia familia de los homínidos y que poseemos un mismo ancestro común,
un mismo familiar directo que hace millones de años que nos unían como especie
única.
Ella, a pesar del trato excelente
que ha tenido en The Gorilla Foundation
( https://www.koko.org/ ), ha estado prácticamente sola alejada de los
de su especie. Nació en 1971 en el zoológico de San Francisco (EE.UU.) A la
edad de un año fue separada de su madre que se encontraba enferma y fue en ese
momento donde la Psicóloga Francine Patterson la adoptó y comenzó a enseñarla
el lenguaje de los signos. Pronto comprobó que Koko tenía emociones profundas y
complejas. Aprendió a lo largo de su vida en la citada Fundación 1.000 palabras
en el lenguaje de signos y comprendía a la perfección 2.000 palabras del inglés
hablado. Ha sido famosa también como portada en la revista National Geographic
(Octubre 1978) con una fotografía que
ella misma se hizo frente a un espejo. No ha conocido la ternura de los suyos,
de sus iguales, pero si ha tenido la comprensión, la amistad y el amor de sus
amigos no humanos y en especial de su madre adoptiva Patterson con quien ha
compartido casi toda su vida. Este lección que nos ha dejado Koko, debe ser un
ejemplo para nuestra propia actitud frente a todos los seres vivos de nuestro
planeta que se merecen tener una oportunidad de subsistencia y de caminar hacia
su propia realización como especie diferentes a la nuestra, pero vinculada en
un factor común ambiental que nosotros tenemos la obligación de proteger frente
al abuso intensivo de las multinacionales contra la madre Tierra, casa única de
todos que compartimos en común.
Koko marchó a jugar con las
estrellas por la noche, cuando todos dormían. En mis ojos, en mi corazón…mis
lágrimas se han deslizado por mis mejillas pensando en ella, por todo lo que
nos ha regalado, por todo lo que nos ha demostrado, por esas emociones humanas
que ella compartía, por ser embajadora rompiendo la barrera de las especies,
por ser lo que era, una persona que escribía su propia historia de la vida.
PEDRO POZAS TERRADOS
Directo Ejecutivo – Proyecto Gran Simio
(GAP/PGS-España)
Miembro del Comité Español de la UICN.
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