Lobbies, es una palabra de procedencia extranjera, pero que tiene un significado en nuestro diccionario que lo define como un grupo de presión que intenta influir en los legisladores para que favorezcan sus intereses. Rafael Carrasco, Miguel Jara y Joaquín Vidal, buenos investigadores nos desvelan en su libro “Conspiraciones Tóxicas”, además de numerosas manipulaciones e intereses que podremos tratar en otra ocasión, la vida de los lobbies, sus funciones y como consiguen que los informes que defienden ellos y sus empresas, lleguen a los Eurodiputados y consigan que una determinada Ley sea paralizada o modificada según la conveniencia de las multinacionales.
Sus autores nos dicen si alguna vez nos hemos preguntado por qué se tolera la creciente contaminación química del aire, o los alimentos, la pérdida de recursos vitales como el agua, los bosques o el suelo fértil y hasta catástrofes que se cobran vidas, como las riadas, los incendios o los escapes radiactivos. La respuesta tiene mucho que ver con la presión de ciertos intereses privados sobre quienes deciden las políticas medioambientales y sobre otros agentes (asociaciones y medios de comunicación) con capacidad de influir sobre esos decidores públicos. Es un trabajo en la sombra de organizaciones creadas exclusivamente con ese fin “influidor” para proteger los negocios de ciertos sectores económicos, aunque sea al precio de degradar nuestro entorno y, por tanto, nuestra salud, nuestra seguridad y nuestros recursos.
En nuestro país, los lobbies operan al margen de toda regulación, están cada vez más asentados y cuentan con más organizaciones que actúan en nombre de poderosos sectores económicos ante las administraciones públicas, el mundo científico o los medios de comunicación.
Bruselas es el paraíso del lobbista y el más importante centro de poder mundial después de Washington. Las actuales instituciones comunitarias, por el contrario, se definen más bien según este informe publicado, por el “pasotismo” a la hora de regular sectores como la incineración de residuos, el plástico PVC o infinidad de pesticidas tóxicos, sobre los que existen claras sospechas de estar dañando nuestra salud, y protege descaradamente a industrias tan controvertidas como la de los transgénicos, la energía nuclear, los envases, el automóvil, las líneas aéreas o las plantas térmicas de electricidad. Mientras, sectores considerados unánimemente “benignos” para el medio y para la economía europeos, como la energía solar, energía libre, agricultura ecológica, el ferrocarril, Agenda 21, Carta de la Tierra; esperan y esperan un apoyo decidido de la UE que nunca llega.
Los datos que nos da este informe son sobrecogedores. Existen unos 2.000 lobbies que dan empleo a 15.000 personas, repartidos por los departamentos de “asuntos regulatorios” de las empresas multinacionales, las asociaciones empresariales, agencias de relaciones públicas, ONGs, consultoras de “asuntos públicos”, bufetes legales y lo último, institutos de ideas denominados think tanks y asociaciones fantasmas dedicadas supuestamente a la protección del medio ambiente, pero que en realidad están financiadas y dirigidas por intereses nada ecológicos. Semejante ejército, nos cuentan, permite al poder económico conocer las intenciones de los “burócratas” poco menos que desde que las ideas salen de sus cabezas. Según el Obervatorio de la Europa de las Corporaciones (CEO), una fundación antilobbies con sede en Amsnterdam (Holanda), unas 200 multinacionales han abierto oficina en las cercanías de la Comisión Europea o de la Eurocámara para tratar con ellas asuntos de su incumbencia.
Según un lobbista que trabaja en una Asociación de empresas productoras de electricidad, dice que su especialidad es el Parlamento Europeo y a él acude en Bruselas o en Estrasburgo, cada vez que hay plenos, comisiones, seminarios o entrevistas con diputados, asistentes y asesores para tener buenas conexiones con ellos, tenerlos informados de lo que hacen y estar a su vez informados de lo que ellos hacen. Si por ejemplo se esta preparando una directiva, mandan un informe con el punto de vista de la multinacional a quien representa o piden una reunión con el ponente principal y con los ponentes de los principales grupos políticos cuando la propuesta de la Comisión entra en el Parlamento. Es decir, les comen el coco con lo que les interesa, con buenas palabras, con cócteles, comidas, meriendas, fiestas cuyo objetivo final después de tanta amabilidad gratuita, es la entrega del informe que interesa para que esta enmienda o tal articulo o ese decreto no salga o se modifique por el interés del lobbie a quien representa. Este despliegue de medios y de dinero solo se lo puede permitir las multinacionales y encima están en contacto directo continuo de quien va a votar o legislar, los eurodiputados y asesores, con lo cual no es difícil comprender por cual opción al final de decantará el eurodiputado de turno. Los ciudadanos o los grupos que se oponen a estas manipulaciones, sólo pueden poner el grito bajo sus palabras, ya que no tienen medios de tener oficinas y lobbistas profesionales en el mismo centro de Bruselas para velar por los intereses reales del ciudadano europeo.
El 90 por ciento de las oficinas del Barrio Europeo están ocupadas por este nutrido grupo de presión, pared con pared con las diferentes direcciones generales de la Comisión Europea, del Parlamento y del Consejo. Según el informe, cuando luce el sol, se ven por todas partes funcionarios, parlamentarios o asistentes de los parlamentarios comiendo con uno o varios lobbistas o tomando una copa en alguna de las terrazas de la plaza de Luxemburgo y sus alrededores.
Según Raúl Romera, eurodiputado de Iniciativa per Catalunya, adscrito al Grupo Verde del Europarlamento, conoce bien esta situación. “Votamos entre 200 y 400 enmiendas en una hora, mediante listas de voto; esa lista se prepara una hora antes y lo suelen hacer los asesores de los grupos parlamentarios, aunque luego el eurodiputado lo matiza, al final uno no sabe lo que vota y, en ocasiones, recibimos de los lobbies la lista de voto con sus recomendaciones y me consta que algunos siguen esas indicaciones”. Graves declaraciones de un representante público contra lo que creíamos que el Parlamento Europeo era la máxima representación de la libertad por los intereses de los ciudadanos europeos. La verdad es que debemos reflexionar seriamente sobre estos graves hechos porque lo único que demuestran es que no existe democracia alguna ya que las multinacionales nos quitan la única esperanza que teníamos los ciudadanos por defender nuestros intereses a través de nuestros representantes. Unos eurodiputados que como hemos visto, votan sin saber que votan, quedando a la merced de verdaderas hienas que representan los intereses de las empresas y que camelan a “nuestros representantes” con comidas, almuerzos y fiestas.
No tiene desperdicio alguno este libro que nos abre los ojos a las “conspiraciones tóxicas”. Ya no me extraña muchas cosas que no se entendía bien como por ejemplo, porque tardan diez años a más en reconocer que un tipo de sustancia es tóxica para los seres humanos y prohibirla o la aprobación de unas determinadas legislaciones que no impide el uso de los transgénicos. Los lobbies se han encargado de maquillar, de utilizar y manipular a su conveniencia todas estas legislaciones que se decantan muchas veces a favor de las multinacionales. Estamos por tanto en un mundo donde nos hacen ver que existe la democracia, pero que sin embargo la realidad es bien distinta y estamos gobernados por verdaderas mafias de poder que se encuentran por encima de los políticos.
Encima, por si fuera poco, la Eurocámara creó, a finales de la década de 1.990, un registro de lobbistas acreditados ante el parlamento mediante una tarjeta de acceso total, incluidos plenos y comisiones. En la actualidad son 4,435 los lobbistas oficialmente registrados en el parlamento Europeo, lo que , con un foro de 732 escaños, da una proporción de ¡seis lobbistas por diputado!. Increíble y encima oficialmente, se les acredita. Es decir, que verdaderamente en Bruselas no hay representantes de los ciudadanos europeos, sino sólo representantes de las multinacionales que manejan a su gusto e interés el parlamento europeo. Muchos eurodiputados después se pasan a trabajar a las empresas privadas como pago por sus servicios realizados.
Esta vez, sobran los comentarios ante tamaña desfachatez e inmoralidad del Parlamento Europeo. Sólo el silencio brota en mi rabia contenida.
PEDRO POZAS TERRADOS (NEMO)
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