En
la generación que nos ha tocado vivir, estamos siendo testigos directos de
grandes cambios a nivel planetario que está afectando el camino equivocado de
la humanidad. Desde el nacimiento de la revolución industrial allá por el año
1.800, el ser humano no ha dejado de emplear sus nuevas tecnologías contra los
intereses del planeta que son los seres vivos de la Tierra. Con las grandes
máquinas y fábricas inventadas para una producción más rápida y una explotación
de los recursos naturales como nunca lo había hecho ninguna otra especie,
comenzamos a cambiar nuestro entorno de una manera rápida sin darnos cuenta o
pasando por alto, las graves consecuencias que estábamos infringiendo en
nuestra propia casa. Hoy en día nos encontramos en una encrucijada que ningún
político quiere poner sobre la mesa ya que entonces debería sin duda tomar
decisiones muy drásticas contra muchas de las multinacionales responsables de
esta emergencia planetaria que está arruinando la convivencia de las naciones.
Fue el Premio Nobel Paul Crutzen el
que introdujo el término Antropoceno (del griego ánthrôpos, hombre), viendo la
necesidad de introducir este nuevo concepto para describir los cambios
experimentados por nuestro planeta desde hace dos siglos debido a las acciones
humanas. Hoy día, científicamente se acepta que el hombre es responsable de
muchos de los problemas que estamos teniendo a nivel planetario y que afecta
sin duda a las sociedades humanas, entre ellos el cambio climático. Por ello,
muchos científicos ya afirman que estamos en la era del Antropoceno, la era en
el que una sola especie está acabando con todas las demás, con los recursos
naturales y forzando el cambio de global que durante muchos siglos nuestro
planeta ha elaborado para estabilizar la vida en su interior.
Como consecuencia de todo ello, nos
enfrentamos a conflictos de todo tipo, desde guerras devastadoras a menudo
asociadas con el interés de controlar las materias primas, a actividades
mafiosas y empresas trasnacionales que imponen sus intereses particulares
escapando de todo control democrático. Según se vayan agotando los recursos
finitos naturales, el incremento agresivo del ser humano se pronunciará cada
vez con más violencia hasta poner en peligro el camino evolutivo del ser
humano, un sendero que ya está dejando millones de cadáveres en el camino y la
desaparición de cientos de especies rompiendo de esta forma la cadena ecológica
de los ecosistemas.
De todo ello, somos conscientes y
testigos directos, pero también mudos y a veces mirando a otro lado mientras
que no salpiquen nuestra estabilidad y forma de vida. Los políticos
responsables de ello, agachan la cabeza porque no están presionados por los
ciudadanos y actúan siempre en beneficio de sus partidos, para obtener el poder
y cegar a los ciudadanos que cada vez con más frecuencia nos ponemos el antifaz
de la ignorancia premeditada. No verlo ni ser consciente de ello significa el
suicidio colectivo de una sociedad creada en los cimientos del derroche y de un
poder económico que arrasa las voluntades de nuestros representantes legítimos
en contra del bienestar de todos nosotros.
En los últimos 50 años del siglo XX,
hemos asistido a una impresionante expansión de la industria química que ha
afectado gravemente nuestras vidas y la de los ecosistemas de nuestro planeta.
En la actualidad circulan en nuestro mundo alrededor de 140.000 sustancias
químicas de carácter más o menos nocivos que se han sacado al mercado sin
ningún tipo de control y sin el principio de precaución que debe de imponerse
en toda sustancia creada por el hombre e incluso sustancias que van
directamente a nuestra alimentación diaria, que entran en nuestras casas, que
restregamos en nuestra piel. Ello ha provocado que las enfermedades por
exposición ambiental a las sustancias químicas se hayan disparado y el
cáncer y otras disfunciones inmunológicas, reproductivas y neurológicas,
estén alcanzando cifras epidémicas. Esta irresponsabilidad recae directamente
en la falta de legislación y las pocas ganas que tienen los políticos en
regular contra las actividades de las multinacionales responsables de la
mayoría de los problemas actuales del mundo. Como pago a sus servicios, muchos
políticos entran después en consejos de administración de las grandes empresas
como ocurre en España, mientras la era del Antropoceno avanza y nos lleva al
borde de una salida que no tiene suelo firme.
En este mismo periódico de Norte
Noticias, he denunciado más de tres veces la existencia de unas minas de
Wolframio abandonadas en el Monte de San Pedro, donde existe toneladas de
residuos al aire libre altamente contaminantes de arsénico y que pone en
peligro la salud de las personas, de los animales y de los acuíferos de la zona
incluyendo nuestro municipio. Al no existir presión social sobre el tema, los
políticos callan, esconden la cabeza o apuntan hacia otro lado, sin importarles
buscar una solución. Tiene que venir una presión social para que estas
actitudes cambien. De igual forma ocurre con el Aula de Medio Ambiente de Las
Vaquerizas, un lugar que es de los ciudadanos de Tres Cantos y que sin embargo está
totalmente infrautilizado. El Medio Ambiente, su protección, la educación y la
cultura parecen no ser preferente en este periodo que nos ha tocado vivir. Pero
la culpa no es de ellos, la culpa es nuestra por callar, por no levantar
nuestras voces, por no exigir lo que es nuestro, por no luchar por nuestra
salud y bienestar, por cerrar los ojos ante los atropellos que recibimos por
parte de los que se creen superiores a nosotros cuando deben ser nuestros
servidores ya que les pagamos nosotros y ellos son simples trabajadores al
servicio de su pueblo.
El hombre está cometiendo un golpe de
estado biológico contra el propio planeta en una masiva extinción de especies y
poniendo al resto al borde de su desaparición alterando con ello el sistema
biológico natural y perturbando gravemente la biosfera. Además se está llegando
a la insostenibilidad de la industrialización de la agricultura, explotación de
bosques y pesquerías. Este progresivo colapso ha adquirido una dimensión nunca
vista hasta ahora a lo largo de la
historia de la humanidad, provocando una de las grandes trastornos históricos
de la flora y la fauna mundiales que corre paralela a la gravísima pérdida de biodiversidad
planetaria y todo ello unido, junto con la capacidad de alteración de la citada
biodiversidad que tienen los organismos genéticamente modificados y que se está difundiendo por parte de la
industria biogenética y permitida por los parlamentos del mundo, hacen que nos
enfrentemos a un futuro incierto si no se toma otro rumbo de una forma radical.
Lo grave es que sabiendo todo esto, no exista un debate político-social de
trascendencia para nuestro futuro y el de nuestra propia especie.
Podemos seguir hablando y poniendo sobre
la mesa muchos de los otros problemas derivados de la intervención del hombre
como la gravedad en la obtención del coltan de sangre que es utilizada en la
fabricación de nuestros móviles y otros elementos tecnológicos, la escasez del
agua potable, el gran negocio del deterioro ambiental, el asesinato de líderes
campesinos e indígenas por la lucha de sus tierras, la explotación masiva de
los mares, la contaminación de las ciudades donde mueren miles de personas al
año, la contaminación de nuestros alimentos por los productos químicos y por
los fitosanitarios debido a la agricultura y ganadería intensiva, la
deforestación, el uso de energías sucias existiendo las energías libres y
renovables…..y muchos otros temas graves que juntos, amenazan la existencia de
nuestro planeta. Si a todo ello unimos el despiadado comportamiento del hombre
matando a sus semejantes en guerras interminables, violando los derechos
humanos, matando a niños y mujeres, arrasando a poblaciones enteras, gobiernos
corruptos y dictadores que emplean la fuerza contra su pueblo…..la crisis
mundial se hace más evidente y la era del Antropoceno más real de lo que
pudiéramos pensar.
¿Seremos capaces como sociedad parar
este brutal atropello a los derechos propios de la existencia de la vida?
¿Tendremos la suficiente responsabilidad para ponernos al mando de la nave
Tierra y desviar su trayectoria de caída
hacia el caos planetario? Ya hemos traspasado el retorno, no hay vuelta atrás
pero podemos al menos mitigar las consecuencias si entre todos remamos a la
misma dirección, si el timón de la vida se convierte en esperanza y en lugar de
estrellarnos contra los arrecifes de la inconsciencia, ponemos proa hacia la
estabilidad planetaria, hacia el puerto de la razón y el respeto, hacia la
conservación y protección de nuestro entorno con todas sus consecuencias. Si no
lo hacemos así, si no vemos la verdad en nuestros ojos, esta era del
Antropoceno será el ataúd de nuestros propios principios de insolidaridad, de
nuestro pasotismo ante una realidad que nos han querido ocultar. No podemos
seguir apoyando a representantes de la sociedad que miren hacia otro lado en
estas cuestiones tan importantes como el respeto y protección de nuestra propia
frágil casa. No tenemos un planeta B, ni la tecnología suficiente para huir y
buscar otros asentamientos planetarios. No podemos dejar que nuestros corazones
y mentes no sientan lo que está ocurriendo ni que nuestros ojos permanezcan
ciegos ante el cúmulo de graves problemas con los que nos vamos a enfrentar.
Tal vez ahora, en la parte en este lado del mundo, no lo sintamos aunque
estamos recibiendo ya los coletazos de las consecuencias climáticas. Por ahora.
Pero llegarán y habremos perdido la oportunidad de poder cambiar nuestro futuro
y llamarnos de verdad “humanidad”.
El estar viviendo dentro de la era de
Antropoceno, nos debería poner en guardia y obtener la suficiente habilidad y
experiencia como intentar acabar con esta penosa epopeya ecocida del hombre y
volver a la placidez de un mundo donde todas las especies y ecosistemas puedan
subsistir en paz. Tal vez es difícil plantearlo de esta forma, pero si los
gobiernos y políticos quisieran, el mundo podría cambiar de la noche a la
mañana. Si no lo hacen es porqué el propio hombre ha perdido su identidad en la
vida y el poder económico ha envenenado sus venas hasta dejarle completamente
sin voluntad alguna, sin sabiduría y sin capacidad de reaccionar, pasando a ser
un estorbo inútil que la propia Tierra se encargará de limpiar.
PEDRO
POZAS TERRADOS (NEMO)
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