Día a día vemos como siguen llegando olas
de seres humanos desesperados que buscan un paraíso, un remanso de paz, una
esperanza ya perdida y un futuro robado en sus propios países de origen. Sin
embargo, sus ilusiones son pisoteadas por políticos sin escrúpulos y por un
sistema económico mundial que arrasa a los países pobres fomentando
enfrentamientos mientras se les roba los recursos naturales y sus gobiernos se
corrompen.
Para
ello, es menester imprescindible mantener a una sociedad desinformada, contar
mentiras y estadísticas no fiables y aumentar de esta forma la xenofobia de los
que llegan agotados y exhaustos en busca de una patria perdida. ¿Acaso no lo
hicimos nosotros en épocas anteriores?
La
destrucción de sus recursos naturales por multinacionales sin escrúpulos apoyadas
por una economía global que solo busca su beneficio unida a sí misma en una
guerra económica sin precedentes, junto con las guerras locales y los
refugiados medioambientales originados por el cambio climático cuyos culpables
son los políticos de los llamados G20
por no poner de forma inmediata medidas para frenarlo; hacen que estas masas de
seres humanos huyan y se dirijan en busca una vida mejor como siempre han hecho
nuestros ancestros homínidos a lo largo de la historia de la humanidad.
La
ceguera que nos quieren imponer de desde las altas elites mundiales, hacen que
nuestras vidas naveguen sin saberlo o mirando a otro lado, bajo el estiércol
fabricado por el poder económico liderado por el Fondo Monetario Internacional
(FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), enmarcados
en una globalización creciente que actúa contra los derechos más fundamentales
de los seres humanos.
Es
por todo ello que he querido mostrar mi rechazo y mi indignación en estos días
de opulencia con tres lágrimas, tres gotas de realidad diaria, tres historias
que en cada minuto se produce en este mundo y en lugares diferentes. Un mundo
que es pequeño y queremos hacerlo infinito. Tres momentos de la vida de un niño
en tres escenarios donde la vida humana no es respetada, donde los ojos de un
niño jamás han experimentado la alegría y son víctimas de abusos de todo tipo,
donde no han conocido la tranquilidad ni la paz soñada, donde sus vidas son un
verdadero infierno.
El
homo sapiens debe de reconvertirse y conquistar de nuevo la empatía que está
perdiendo y que tantas lecciones nos da de ella el otro mundo al que oprimimos
y separamos del nuestro: los seres vivos no humanos.
Tenemos que ser conscientes del horror del
cual somos cómplices, de cómo abandonamos en los mares a seres que buscan la
paz y la alegría en sus corazones, de cómo alimentamos conflictos por puros
intereses económicos como las consecuencias de la extracción de los minerales
columbita y tantalita (coltan) en la República Democrática del Congo donde se
extrae el 80% de la producción mundial. Nos estamos dirigiendo precipitadamente
a la extinción de nosotros mismos, perdiendo la humanidad.
Tres
corazones en un mundo cada vez más deshumanizado. Tres vidas frustradas que
representan a millones de personas. Que nuestro corazón se abra y nuestra
mirada descubra el universo de la verdad.
ESCLAVOS
DEL SIGLO XXI
Abrió
sus ojos tristes, secos, sin lágrimas, con escozor en su retina y con restos de
tierra seca en su piel, sediento de hambre, volviendo a la realidad de un sueño
perdido, de una esperanza ahogada. Esclavo de unos hombres criminales que le
hacían trabajar de luz a luz sin descanso y con un kalashnikob apuntándole en
la cabeza. Tenía diez años. Soñaba con ser niño y poder abrazar a sus padres
asesinados hace años delante de sus ya
inexistentes ojos a la vida.
Sentía
frío y sus delgados brazos dolorosos no le dejaban descansar. De pronto una vez
más irrumpió en su celda un hombre
pegando culetazos con su arma para que se levantara de inmediato.
Cómo
un autómata sin nada que esperar, se puso en pié, calzó unas sandalias rotas y
atadas a los pies con una cuerda, salió aún siendo de noche y le obligaron a
montar en una camioneta que les esperaba con un rugido ensordecedor y olor a gasoil quemado.
Al
llegar, cogió un pico y se dirigió hacía un agujero para buscar el preciado
mineral coltán imprescindible para que otros niños de otros países pudieran ser
felices con sus móviles.
LA
HUIDA
De
pequeña fue una niña feliz. Vivía en un mundo mágico, donde cualquier
acontecimiento, era una alegría y una fiesta en las calles donde vivía. Pero un
día, todo cambió. Hombres, mujeres y
niños eran asesinados por francotiradores, por de la deflagración de bombas
inteligentes y de racimo. Esos días donde las risas se escuchaban en cada
rincón, habían cesado.
Un
mañana, sus padres recogieron todas sus pertenencias y huyeron de algo que no
comprendía. Pasó verdaderos suplicios y llantos, injusticias y abusos, en un
peregrinar hacía ningún lado, pues todas las fronteras estaban cerradas.
Conoció el hambre y el frio, la maldad y la miseria. En una de las tantas
aglomeraciones perdió a sus padres y sin saber cómo, se encontró embarcada en
una patera que hacía aguas, rumbo decían
al país de las mil maravillas.
Pero
el destino hizo que la barca se hundiera y ese mundo feliz se convirtiera en el
peor de los infiernos. Lo último que vio fueron cuerpos flotando en la
inmensidad del mar, gritos de lamento y angustia, de temor y muerte.
Perdiendo sus fuerzas se dejó llevar
plácidamente a las profundidades de un mundo perdido, de una huida sin fin.
ILUSIÓN
PERDIDA
Tenía
su balón, único juguete con el que dormía todas las noches entre el polvo de
ladrillos caídos, en un colchón en el suelo y unas paredes agrietadas por las
bombas.
Cuando
chutaba el balón, se olvidaba de las gentes que había visto morir en sus
calles. Ese día era especial y lo sabía. Lanzó el balón hacia arriba y mientras
corría para cogerlo vio que también caía un objeto acompañado de un sonido que
muchas veces había escuchado. No le dio tiempo a correr. A la vez que el balón
tocaba el suelo, un proyectil químico lo hacía también junto a él.
Se
olvidó del campo, de su pelota, comenzó a sudar, cayó al suelo y sus ojos se
fueron cerrando. Sueños perdidos que
volaron al verdadero universo de la verdad.
PEDRO
POZAS TERRADOS
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