El
20 de julio de 1969, la misión Apolo 11 llegó a la Luna y dos humanos, pisaron
su superficie dando a entender al mundo la capacidad técnica de conquistar el
espacio mirando con ojos de codicia hacia ese universo que en silencio contempla desde allá arriba
los pasos de la humanidad. Queda en segundo plano que dicho esfuerzo no fue
realizado por un consenso mundial de avance tecnológico en beneficio de la
Tierra, sino por una carrera espacial para ver quien ponía antes la bandera en
la superficie lunar. A mi modo de ver nada ha cambiado desde aquellas fechas en
la que los españoles llegaban a las tierras de otros y plantaban los
estandartes haciéndose dueños de una
tierras ya habitadas y que con la espada y la cruz, ocasionaron verdaderos
genocidios en poblaciones humanas asentadas desde hacía miles de años.
Se ha celebrado el 50 aniversario de
ese pequeño paso del hombre y ese gran salto de la humanidad que en verdad
hasta el momento no ha servido para nada. La humanidad sigue sufriendo de
hambre, de sed, de guerras, terrorismo, de masivas columnas humanas que huyen
de sus propios países donde la vida no vale nada para hundirse en la
indiferencia de los mal llamados países del G-8….G-20…o G de lo que sea.
Tenemos un grave problema de emergencia climática, de políticos que miran a
otro lado muchos de ellos corruptos y otros ignorantes, de multinacionales que
no les importa arrasar recursos naturales sin importarles sus consecuencias, de
una sociedad hipnotizada por las nuevas tecnologías que intentan convertirnos
en meras marionetas de un sistema donde solo unos pocos se benefician y se hacen
ricos a costa de los demás. ¿Es este el gran salto de la humanidad?
Pero lo que más me indigna es el
total abandono e indiferencia de
aquellos que han hecho que el hombre avance supuestamente hacia un “progreso”
de nuestras vidas y nuestras ciudades. Esos caballos indispensables para el
traslado de personas empujando carretas
y caravanas. Esos perros que desde que el hombre recuerda han estado siempre a
nuestro lado, dándonos compañía, salvando vidas, siendo los ojos de personas
que no les llega la luz de la vida. Esos otros seres sirviendo de alimento, otros
siendo utilizados en laboratorios para estudios de enfermedades contribuyendo con
su propio sufrimiento el bienestar de los humanos, esas mulas y burros que hoy
se abandonan y que fueron el pilar fundamental de nuestros pueblos para la
agricultura y para llevar pesadas cargas que el hombre no podía hacerlo. Esas
abejas que sin ellas y sin su polinización
estaríamos abocados a una emergencia alimentaria. Esa lana que cubre
nuestro cuerpo en los días fríos de invierno. Así podría estar refiriéndome a
multitudes de servicios que los animales no humanos han y están desempeñando a
favor de nuestro beneficio. Y por desgracia, que poco les agradecemos su
lealtad y su entrega.
Nadie se acuerda en todas las celebraciones
realizadas por el 50 aniversario de la llegada del hombre a nuestro satélite,
de los no humanos, que precisamente nada hubiera sido posible sin su servicio
forzado y que sin duda aún estaríamos pensando en ese famoso salto de la
humanidad. Sin su ayuda y sacrificio, la llamada conquista del espacio hubiera
sido un fracaso estrepitoso de la ambición humana cuyo único objetivo era
quedar por encima de otra potencia en lugar del avance verdadero de una ciencia
que debería haber estado unida en beneficio de todos.
El
hombre de atreverse a navegar por el espacio exterior, sacrificó a muchos
animales para ver cómo les afectaba a ellos, si podrían sobrevivir, si eran
capaces de volver sanos y salvos en numerosos lanzamientos. Los que más fueron
usados por su analogía y acercamiento genético con el hombre, sin duda fueron
los primates. Entre 1948 y 1970, muchos
macacos a los que nadie tampoco recuerda, murieron por asfixia, por colisión de
la nave o por fallos técnicos como los paracaídas. Otros cientos fueron
utilizados y sometidos a pruebas físicas terribles. Utilizados como cosas, como
meros instrumentos para conseguir a toda prisa colocar a un hombre alrededor de
la Tierra. Mártires de la astronáutica, seres sintientes que como premio al
servicio de la humanidad, recibieron un maltrato inaudito, humillante y
horroroso que ha sido tapado por la historia, escondido en los cajones de la
ciencia ignorada, sin ser el humano capaz de resaltar el alto servicio que
hicieron en beneficio de una mal entendida ciencia que arrasa con la vida,
olvidando a sus verdaderos héroes.
En los 50, la Fuerza Aérea de
Estados Unidos capturó cientos de chimpancés bebes para su programa espacial a
sabiendas que ellos compartían con nosotros
el 99 % del material genético y que eran inteligentes para llevar a cabo
entrenamientos para pilotar naves. Por cada captura, toda la familia era
exterminada, acciones que por el otro lado se complementaban con otras capturas
para zoológicos o centros de experimentación biomédica. Así, muchos chimpancés
seleccionados fueron llevados a la base aérea de Holloman en Nuevo México, para
ser instruidos como pilotos, haciéndoles a muchos de ellos test de resistencia
en centrifugadoras gigantes donde se les sometía a descompresión o bien
introducidos en cápsulas que eran lanzadas a 500 kilómetros por hora frenando
en seco de manera que el cerebro del chimpancé chocaba contra su cráneo y moría
en el acto. Estos ejercicios macabros eran realizados una y otra vez en los que
se tomaban notas para así proteger al astronauta humano que fuera lanzado al
exterior. Sus vidas, las de los no humanos, solo eran meros números, sirvientes
esclavos que servían para el beneficio de la “ciencia!”.
En el Programa Mercury, los
chimpancés Ham y Enos fueron enviados al
espacio convirtiéndose en su época en verdaderos héroes que salieron en las
primeras páginas de los periódicos. El 29 de noviembre de 1961, desde Cabo
Cañaveral, la nave Mercury 5 salió en misión de dar tres órbitas alrededor de
la Tierra. Quien lo tripulaba era Enos, un chimpancé o como yo los llamo, un
chimponauta. La primera vuelta se realizó sin contratiempos. Enos sabía qué
hacer en cada momento. Cada botón correcto que pulsaba era premiado con una
golosina. En la segunda órbita un fallo en los sistemas provocó más de ochenta
descargas eléctricas a pesar de estar cumpliendo correctamente los pasos que
había aprendido en su entrenamiento. La temperatura en el interior de la nave
subió a 100 grados centígrados y la Nasa abortó la tercera vuelta. Según
testigos presenciales en el rescate de Enos al caer al mar, una vez sacado de la capsula, pegaba saltos de
alegría y dio la mano a todos sus rescatadores.
Muchos chimpancés y macacos al
terminar el programa con los primates, vivieron durante años en pequeñas cajas
y los que no murieron, terminaron deprimidos y muy enfermos.
Tras el viaje de Enos, se
rectificaron más de dos mil programas informáticos y el 20 de febrero de 1962,
el Teniente Coronel John Glenn orbitaba la Tierra. De Enos poco se sabe. Murió
de una enfermedad grave al cabo de dos meses. Del resto de los chimponautas
fueron llevados a zoológicos y centros de experimentación con un claro
agradecimiento por su ayuda: la cautividad y la muerte. El pago a unos seres
que fueron imprescindibles para que el hombre pudiera ponerse la corona del
espacio.
Rusia, en su carrera espacial con
Estados Unidos, también utilizó muchos animales para conseguir sus éxitos y
avances, en plena guerra fría entre las dos potencias mundiales.
Además de los primates y
chimponautas, en 1946 varias moscas de la fruta fueron enviadas a bordo de un
cohete V-2. En 1949 Albert II, un mono Rehesus fue el primer simio enviado al
espacio que se conozca muriendo al fallar el paracaídas. 1950 lanzaron a un
ratón. 1951 dos perros fueron enviados al espacio sin orbita: Tsygan y Dezik.
1957 la perrita Laika fue lanzada en el Sputnik 2 muriendo en la misión. 1958 la
ardilla llamada Gordo fue enviada en un misil intercontinental. 1963 el gato
Félix fue lanzado por Francia en un cohete consiguiendo llegar a una altitud de
120 kilómetros sobre la superficie de la Tierra. 1968 la tortuga de Horsfield
estuvo en un vuelo circunlunar con unas moscas de la fruta. 1970 ranas toro
fueron enviadas al espacio con el fin de entender el proceso motriz
degenerativo causa de la ingravidez. Otros animales como peces eurihalinos,
gallipato Pleurodeles Waltl (el mayor anfibio europeo), cucarachas silbantes de
Madagascar, Anita y Arabella arañas tejedoras. Todos fueron protagonistas de estudios y lanzados al
espacio para estudiar su comportamiento y su biología fuera del ámbito
terrestre. Estudios imprescindibles para que los astronautas humanos pudieran
con seguridad afrontar sus misiones en la mal llamada “conquista del espacio”.
Pues bien, todos ellos han sido
olvidados en los homenajes que se han realizado a nivel nacional e
internacional por la llegada del hombre a la Luna. Una proeza que a pesar de
todo el sacrificio realizado y todos los esfuerzos, sus programas fueron
abandonados tras la finalización de la guerra fría.
Los libros de historia deben incluir
en lugar preferente a todos estos héroes no humanos que fueron utilizados
contra su voluntad para beneficio de una sociedad que aplaudía la salida del
hombre a la Luna mientras que los graves problemas como el hambre, las guerras,
la falta de derechos humanos entre otros estragos, sembraban sin miramiento los
rincones de la Tierra.
Lo no humanos utilizados en esta
carrera espacial, deben ser reconocidos como partes principales y como héroes
de haber abierto con su sacrificio una ventana a las estrellas. La mayoría de
ellos murieron en experimentos horrorosos como los ya descritos, otros entregados
con indiferencia a destinos de cautividad y muerte. Reconocer la heroicidad y
el servicio de estos seres que sentían y sufrían, debe ser una asignatura
pendiente que los humanos tenemos con ellos como en tantas otras ocasiones a lo
largo de nuestra existencia. Hasta que cuando veamos la imagen de un hombre en
la Luna o en Marte, en nuestra mente no estén presentes estos seres que nos han
ayudado en este camino interestelar, no habremos obrado con justicia y empatía.
Ellos, los no humanos, se merecen nuestro reconocimiento y nuestro amor.
Sólo quiero que la historia sea
justa con todos y cada uno de los seres vivos que conformamos nuestro planeta.
Que cada uno tenga su lugar neutral y objetivo en los hechos históricos de una
causa o gesta en los avances de la humanidad y que no se silencien acciones que
bajo nuestro punto de vista egocentrista no les demos importancia. Como dije al
principio, el hombre ha progresado gracias a sus compañeros no humanos y
seríamos indignos, patéticos, injustos, inhumanos y crueles no reconocerlo por
el mero hecho de considerarles inferiores a nosotros.
PEDRO POZAS TERRADOS
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