lunes, noviembre 20, 2006

EL ORGULLO ECOLOGISTA

Os recreo esta vez, con unas palabras profundas, sinceras, que tocan la fibra de tu alma y te hace sentirte un/a guerrer@ del arco iris, un/a luchador@ por la Paz Verde.


Heraldo de Aragón
6 Junio 2006

Para la mayor parte de los ciudadanos el Día Mundial del Medio Ambiente suele ser identificado como el día de las “historias de los ecologistas”; esa fecha del calendario en la que los gobiernos, las instituciones y los medios dedican una atención protocolaria al tema, como tratando de justificar una sensibilidad, a modo de una pretendida moral del progreso.

En mi vida universitaria he tenido ocasión de pronunciar más de trescientas conferencias en los más variopintos foros, desde humildes Centros Escolares hasta Reales Academias; desde círculos de la tercera edad hasta Ilustres Colegios de Ingenieros, pasando por una amplia gama de facultades de la casi totalidad de las universidades españolas. Ese periplo me ha permitido salir de las limitaciones del saber
fenomenológico y del academicismo de la hidrología científica, para meterme en un
mundo más intelectual, capaz de preguntarse para qué sirven el saber si no es para contribuir a la construcción de una sociedad mejor, más armoniosamente feliz, más espiritual. Me ha permitido sentir y entender la grandiosidad de las funciones que desempeña el agua en la naturaleza, deshacer tópicos, comprender la singular vinculación de la psique humana con los ríos, y pedir que las planificaciones hidrológicas dejen de ser simples operaciones de alta fontanería.

Reclamar un mínimo de respeto para los valores metafísicos del agua o del medio natural, pediendo la preservación de determinados tramos de ríos como patrimonios de cultura y memoria que son, o como elementos de la personalidad de los territorios por los que discurren, en medio de una percepción social dominada por la idea del aprovechamiento del agua,… supone el riesgo de ser etiquetado de “ecologista”, de quedar identificado como un individuo indeseable, desaseado, fundamentalista, enemigo del progreso, anárquico, vago, vegetariano, sperantista,..y predicador del amor libre y, por tanto, desautorizado de entrada. A lo largo de esa experiencia extraacadémica , que me permitió definir un día lo que desde entonces llamé “la Nueva Cultura del Agua”, he procurado casi siempre curarme en salud, manifestando, antes de ser etiquetado un
“yo no soy ecologista”.

Hoy, desde mi compromiso personal, digo en voz alta y con orgullo que soy ecologista, y que ese socorrido cliché nada tiene que ver con la realidad del mensaje del mundo ecologista (conservacionista, para ser semánticamente más correcto) en el que “militan” gentes muy versadas y onestas: científicos, filósofos, economistas, escritores,
teólogos, sociólogos, educadores o empresarios, gentes que desde el compromiso personal y la perseverancia de su esfuerzo generoso no cesan de denunciar la dinámica
de la insostenibilidad, el vandalismo cultural, el desarraigo, la pérdida de identidades y de espiritualidad, y la huida hacia delante de un modelo de falso progreso que nos ha
atrapado a todos. En medio de una sociedad egoísta, en la que apenas queda ya espacio para el altruismo, el movimiento ecologista es un soplo de generosidad.

Desde una dimensión metafísica, el llamado ecologismo se ha ido convirtiendo en la
voz de una mala conciencia colectiva que reclama el respeto a la “creación”, entendida
como una manifestación de la suprema y misteriosa armonía que rige el universo, que el
ser humano necesita no sólo como simple elemento de placer estético sino para sentir
que su propia vida forma parte de ese cosmo de armonía; algo que para muchos acaba
incluso siendo un camino que les acerca a la comprensión de lo Absoluto, a una
dimensión espiritual y trascendente de su vida.

En la sensibilidad del ecologista hay, en general, una buena dosis de espiritualidad
franciscana, de fraternidad, de ecumenismo y de amor; es una llamada a la reflexión y a
la responsabilidad; es un recordatorio de la dimensión metafísica del ser humano, y una
esperanza de redención frente a un modelo de progreso que no es sino vandalismo. Es el
intento de rescatar, desde la sabia ponderación, un mundo de valores en vías de
extinción.

El mundo ecologista representa un sentido altruista de la vida en la medida que sus
gentes dedican buena parte de su tiempo y el de su familia a despertar a la sociedad de
su indolencia; es parte activa de la lucha por los derechos de los desheredados, de los
desarraigados y los expoliados. Defiende el derecho de los niños a ser educados en un
mundo de valores y en las emociones espirituales.

Desde el punto de vista de la moral cristiana el ecologista encarna con frecuencia
virtudes sublimes como el desprendimiento de las cosas, la pobreza, la generosidad y la
comunión evangélica. Frente a la moral vacía del consumismo dominante lleva en sí
mismo un cierto mensaje de ascetismo como filosofía de vida. Hoy es un buen día para
romper viejos clichés, despertar conciencias y proclamar “el orgullo ecologista” desde
una concepción holística del ser humano.

Fco. Javier Martínez Gil
Catedrático de Hidrogeología
Universidad de Zaragoza

1 comentario:

voluntariado vidalibre dijo...

En primer lugar felicitar a los colaboradores de este sorprendente y agradable blogger, que sintetiza y expone a grandes rasgos algunas realidades de la globalización económica de la era postindustrial. Os hablo desde ALicante, lugar donde hablar de la nueva cultura del agua , el comercio justo o el propio concepto de sustentabilidad /sostenibilidad, huella humana o capacidad de carga son difíciles de entender dado que la economía, el turismo mal entendido y la política se entrelazan. Respecto al concepto de Ecologista desde mi punto de vista es más complicado, a pesar de integrarme en movimientos ecologistas (els verds, ecol en acción) y plataformas (compromis pel territori, aiguidialeg, ...) y aplicar comportamientos y hábitos de vida más saludables y respetuosos, no creo que esa reducción de contaminación y esa aplicación de las famosas Erres me hagan merecedor de denominarme "ecologista".ese es el fin, el medio depende de todos y por todos.