Cuando
era pequeño y mi alusión por la naturaleza y el campo me llevó a formar parte
de los Boy Scout, entró en mi vida y en mi corazón dos personas que forjaron mi
sendero en el amor a la vida, a los animales, a la defensa de nuestro medio
ambiente. Uno de ellos fue Félix Rodríguez de la Fuente que me guió en el
camino y en el conocimiento de nuestra fauna autóctona, de nuestros
ecosistemas y de otras culturas
indígenas del mundo. Félix me hizo comprender el valor y la gran esmeralda que
era nuestra Tierra, única y que había que mimarla y cuidarla. Le conocí en una
concentración de Scouts en Almorox (Toledo) y su voz me lleno de vida y de
ilusión jurando defender la vida costara lo que costara. Lo he intentado y
tanto profesionalmente como militando de forma voluntaria en una ONG, he
desarrollado mis inquietudes y mi lucha, he puesto y lo sigo poniendo aún, la
huella en la nieve, en esa misma nieve de Alaska que un 14 de marzo hizo que el
gran maestro amante del lobo y de toda la fauna mundial, nos dejara huérfanos.
Pero antes de viajar a las estrellas, consiguió que un trocito de su corazón se
quedara para siempre en los amantes de
lo bello, de la Tierra.
Otro
fue Julio Verne. Sus libros escritos para mayores me enseñaron a lo largo de mi
juventud, el amor por la aventura, por la ciencia, por la lucha de los valores
y de la empatía que se reflejaba en los innumerables personajes de sus libros.”
20.000 leguas de viaje submarino” me impactó hasta el punto de convertirme en
otro Nemo. Julio Verne se reunía en los clubs de ciencia de la época donde
compartía con científicos, escritores y exploradores las aventuras de sus
hazañas y con gran precisión tomaba nota de los avances tecnológicos que
después recreaba en sus libros. Julio Verne me enseñó a ser escritor, a tener
de forma continuada la mente abierta para
seguir investigando las virtudes de la vida en todos sus aspectos. Dos
grandes hombres que ya no están, pero que aún hoy siguen enseñándome.
Hoy,
ahora comparto mi vida con otro gran hombre, con un naturalista que ha
recorrido el mundo como Félix, que ama a los animales más que así mismo, que lo
da todo por el beneficio de la naturaleza, de la enseñanza, de la pasión por
nuestra Tierra, por nuestro planeta y por todos los tesoros naturales que ella encierra. Un hombre que con mucho
esfuerzo ha levantado de la nada otra joya para los amantes de lo natural, un
Gabinete de Historia Natural en el mismo
corazón de Madrid, un Club donde nos podamos reunir, abrazar, reír y llorar por
todo aquello que merece la pena luchar como en su día hacían los grandes
hombres de la ciencia. Y me refiero a Luis Miguel Domínguez.
Luismi
cuando habla es como Félix, transmite pasión, ilusión, lucha, compromiso y
acción a favor de la vida. Es un ser que siempre tiene las manos extendidas
para saludarte, para tocarte, para llenar con su luz ese espíritu luchador y
enriquecedor en la conservación de la naturaleza. Es un líder, un Jefe de
manada que nos transmite rayos de energía. El sólo pinta con su voz corazones
al viento, trazos de esperanza que van formando hilos musicales que se
transportan por el universo y se introducen en nuestras venas hasta el corazón.
Es nuestro nuevo guía en esta selva del asfalto, donde se pierden los valores
naturales y se pisotea la verdad.
Si
Félix y Julio Verne me llenaron la razón en mi juventud, en la madurez es Luis Miguel quien refuerza y
alienta mi firmeza como amante de lo vivo, como amante de nuestro Planeta único
al que tenemos que conservar y proteger.
En
la manifestación a favor del lobo y su protección realizada en Madrid, estuve
todo el tiempo junto a él y pude ver como gritaba desde lo más dentro de su
corazón, como alentaba a los ciudadanos a gritar por la salvación del lobo,
como desde sus venas hinchadas por la rabia y muerte del hermano lobo, se
convertía en el jefe de la manada que nos guiaba y nos hacía temblar de
emoción. Su voz, la voz del lobo, salía con fuerza y se escuchaba a través de
la multitud de personas que le acompañábamos. Luismi desgarraba rabia, transmitía
esperanza, prometía luchar por el lobo. Y lloré y mis lágrimas se derramaron en silencio viendo esa energía y ese GRAN AMOR
por la vida. No se cansaba, estaba sin duda poseído por la ilusión de que al
estar todos unidos, se pararan las matanzas de lobos en nuestro país.
Le
vi como ante la multitud concentrada en
la Puerta de Sol, leía el manifiesto y sus palabras desgarraban la verdad, nos
inundaba con sus ondas y su voz viajaba entre los asistentes rumbo a las
montañas donde las manadas de lobo que hay en la Sierra de Guadarrama estaban recogiendo
su mensaje, sabiendo que entre los humanos esta un gran defensor de los lobos,
que ha vuelto la voz del lobo y de la vida.
Quiero
que este homenaje a este gran hombre, se extienda como la pólvora entre los
amantes de la naturaleza y le llevemos en el pecho como se merece.
El
dirá que lo que digo es una exageración porque otras de las grandes virtudes
que tiene es la humildad. Pero bien sabe Félix desde arriba y sabemos los que conocemos
a Luismi, que son muy pocas palabras para tan gran hombre del que me
siento orgulloso de ser su amigo.
El
ha sabido reunir y juntar al mundo del ecologismo en la lucha por la vida del
lobo, para que sea protegido. Es el nuevo estandarte en la ilusión de muchos
jóvenes que marcaran sus caminos y miraran el futuro con otro aire de ilusión
abierta a favor de la biodiversidad de nuestro planeta. Luismi es la nueva voz
del lobo, la voz de la vida.
PEDRO POZAS TERRADOS (NEMO)
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