Filetes, solomillos, pechugas de pollo, jamones, embutidos, tocino, tiras de boicot, alitas, muslos, hígado, sesos,……infinidad de productos cárnicos para platos segundos o únicos, proliferan en restaurantes y en la mesa diaria del ciudadano medio o en los menús de comida económicos y en los más caros. Algunos, concienciados por el maltrato que se infringe a los animales de granja, optan por boicotear estos productos típicos de países industrializados rechazándolos de sus dietas pero no así los derivados como los huevos, la leche o el queso. Otros van más allá y exigen que además del respeto a sus vidas que deben ser dignas, se vuelven veganos, gentes que no comen ni carne ni sus derivados de procedencia animal y en ellos esta incluido el pescado o cualquier otro tipo de ser vivo. ¿Qué es lo mejor?. Sin duda para mi humilde elección, no me gusta comer cadáveres, excepto los que se encuentran más bajos de nuestros parámetros particulares. Cada uno pone el suyo lógicamente. La línea divisoria esta en la conciencia de cada uno, no en la imposición de una sociedad o un pensamiento.
Pero calladamente, se manejan unos datos escalofriantes que poco a poco están saliendo a la luz pública. Motivo: el estar muy arraigado en la sociedad la comida de carne sin que nuestras conciencias sean alteradas, no ya por la defensa de los animales que en las granjas intensivas son maltratados hasta extremos impensables, sino por cualquier otra perturbación.
El cambio climático como sabemos se esta acelerando de una forma vertiginosa. Los Protocolos y acuerdos para parar el CO2 están fracasando o se convierten en negocio de venta de toneladas por emitir. Pero este impacto tiene muchos otros factores que lo alimentan y que se le da escaso valor, cómo es el caso del Metano o el propio vapor de agua. Pero además de ello, la destrucción de los bosques primarios, está acelerando las conductas climáticas de la tierra al ser alterados sus vientos a nivel planetario. Pero sin embargo hay otro elemento no menos importante y que puede influir directamente en la conducta de la propia sociedad. El consumo de carne y veremos porqué.
Muchos estudios aseguran que el 18% de los gases efecto invernadero a nivel mundial, corresponde al impacto que tiene comer carne sobre el clima. La ganadería es responsable por sí sola de un gran porcentaje superando incluso los emitidos por el sector del transporte que en general es de un 13% y casi igual que la industria con un 19,4%. Estos mismos informes demuestran además que el grano que sirve para producir suficiente carne bovina para dar de comer a una persona, se podría alimentar ocho o nueve. Es necesaria una dieta con reducción de carne que además de saludable, contribuye a luchar contra el calentamiento global.
La producción de carne se ha multiplicado por cinco desde el final de la segunda guerra mundial y se estima que doblará en los próximos 20 años. Pero nuestros sistemas de ganadería industrial ya consumen un 60% de la cosecha mundial de cereales, básicamente maíz y soja, que podrían resolver de sobra el problema de los 850 millones de personas desnutridas en el mundo.
Seguimos con más datos. A la cría y producción de alimentos para el ganado, dedicamos tres cuartas partes de las tierras agrícolas mundiales. Para producir 100 gramos de vacuno hacen falta 25.000 litros de agua y una caloría de su carne necesita 17 calorías vegetales. Aunque otras carnes son menos exigentes (para el pollo y el cerdo la relación es de 4 a 1). Parece evidente que 9.000 millones de personas no pueden comer cada una los 100 kilos de carne que consumimos en el mundo desarrollado al año.
Numerosos expertos coinciden en que se debería de frenar el consumo de carne. Un informe de la ONU denominado “Forraje frente a comida” concluye que el 39% de los campos del mundo se utiliza para animales y que no es ético el fomentar el consumo de animales utilizando tanta extensión para su alimentación, mientras 10.000 niños mueren al día de malnutrición. Debe existir una transición de manera que no afecte a los granjeros y que el cultivo para alimentos de personas sean incentivados por las propias administraciones.
Continuamos. Hacen falta dos kilos de alimento para producir cada kilo de pollo, cuatro para el cerdo y al menos siete para la ternera. Cuanta más carne comamos, más cereales, soja y pienso necesitaremos. Así que cuando oímos que la demanda mundial de carne va a pasar de 209 millones de toneladas en 1997 a aproximadamente 327 millones en 2020, tenemos que tener en cuenta las hectáreas de tierra necesarias, el consumo de agua, la energía quemada y las sustancias químicas necesarias para producir la cantidad requerida de alimentos para obtener 327 millones de toneladas de carne. Apenas nos estamos despertando muy tarde frente al impacto que va a tener el cambio climático en nuestras vidas y aún no tenemos en cuanta nuestras decisiones personales a la hora de comprar. No tenemos ni idea de la energía, el agua o los alimentos que se necesitan para poder poner carne en nuestro plato. Todo ello sin contar con los métodos de producción que han ignorado los derechos y las necesidades de los animales al privarles de la posibilidad de satisfacer su comportamiento natural. Ejercicio, aire fresco e interacción social han sido considerados innecesarios La reproducción selectiva para un crecimiento rápido, ha creado numerosos problemas de salud a nivel epidémico, entre otras deformidades de las patas y debilidad cardiaca. Esta producción intensiva y el uso de sustancias peligrosas para el engorde, o los antibióticos, o los piensos cárnicos antinaturales en su dieta…han llevado y llevan a numerosas enfermedades transmisibles al ser humano.
En Brasil, por ejemplo, uno de los mayores mataderos de cerdos en Concordia (Santa Catalina), utiliza 10.000 metros cúbicos de agua al día.
Pero hay más problemas. El control de la cadena alimenticia está concentrado cada vez en menos manos. Según Bill Hehherman, sociólogo experto en zonas rurales de la Universidad de Missouri, hay, en algunos casos, “un control sin fisuras y completamente integrado del sistema de producción de los alimentos desde el gen hasta la estantería del supermercado”. Cuando las dos compañías gigantes Monsanto y Cargill (dos empresas que ya están asentadas en España desde hace tiempo) se asociaron, empezaron a controlar las semillas, los abonos, los insecticidas, los asuntos financieros de la agricultura, la recolecta de los cereales, su procesamiento, así como los procesos de alimentación del ganado, la producción y la matanza, y diferentes marcas de comida preparada. Este sistema, desarrollado en los Estados Unidos, se está exportando a otros países en nombre de la globalización. En España ya se está implantando como en el resto de Europa e incluso en los países no industrializados que dependen mucho de las semillas para subsistir.
El Consejo de Alimentación Mundial de las Naciones Unidas estima que “traspasar un diez o un quince por ciento de los cereales destinados a alimentar los animales, bastaría para aumentar el suministro mundial de alimentos y hacer frente a los niveles actuales de demanda” de la población humana. Uno de los mayores obstáculos para tal propuesta es que sería menos rentable para los intereses de las multinacionales que intentan conseguir un control sobre la agricultura mundial.
Reducir en un 50% el consumo de la carne supondría la vida para millones de seres humanos. No podemos jugar con sus vidas. Combatimos con ello el cambio climático. De verdad, no consumas tanta carne, merece la pena, por tu bien y encima con ese pequeño cambio de tu dieta, podrías salvar la vida de millones de niños. La carne se puede suplir por numerosos platos igual de exquisitos, pero la vida es única. Seamos justos y ya que tenemos, cedamos un poco por el bienestar de la humanidad.
PEDRO POZAS TERRADOS (NEMO)
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