Pocos científicos elevan su voz y su disconformidad con el actual sistema, contra el libre mercado responsable de tantas desgracias que nos aislan a los humanos a convertirnos en verdaderas máquinas sin corazón ni sentimientos.
Máximo Sandín, a los que animo que leais sus investigaciones, sus libros, nos abre los ojos y nos trasmite sus conocimientos y su sabiduría.
Sólo deciros que esta misma entrevista que reproduciré aqui, ha sido enviada a todos los diputados, eurodiputados y todos los medios de comunicación. Por su contenido, ninguna agencia de prensa se ha atrevido a publicar nada al respecto, cosa que se entiende ya que los poderosos tienen el control de TODOS LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, excepto por el momento de INTERNET.
Espero que podais difundir estas entregas a todos vuestros contactos.
El objeto de publicarlo periodicamente, se debe a que su contenido es amplio. de todas formas si alguien desea que le mande la entrevista completa, no tiene más que pedírmelo a: nautilusmar@yahoo.es
Gracias por estar ahí.
Pedro Pozas
ENTREVISTA
Máximo Sandín es Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Bioantropología por la Universidad Autónoma de Madrid, en la que ha ejercido su labor docente e investigadora desde 1977. En la actualidad es Profesor Titular en el Departamento de Biología en el que tiene a su cargo la docencia de Evolución humana y Ecología humana.
Su labor investigadora estuvo centrada durante veinte años en el estudio de la influencia de los factores ambientales en el crecimiento y desarrollo infantil, así como investigaciones sobre nutrición y salud pública, línea que abandonó a partir de 1995 para dedicarse por entero al estudio de la evolución.
Su labor investigadora estuvo centrada durante veinte años en el estudio de la influencia de los factores ambientales en el crecimiento y desarrollo infantil, así como investigaciones sobre nutrición y salud pública, línea que abandonó a partir de 1995 para dedicarse por entero al estudio de la evolución.
1.- Nos conocimos en el curso de la UNED celebrado el pasado mes de julio en Logroño, que tenía precisamente como tema principal “DARWIN”. Dimos una charla cada uno y después compartimos una mesa redonda toda la mañana. Más tarde le propuse entrar en el Proyecto Gran Simio que aceptó de buena gana haciéndose miembro del mismo y posteriormente le propusimos ser Asesor Científico, que igualmente aceptó con agrado. ¿Por qué apoya nuestro trabajo? ¿Qué significan para Vd. los Grandes Simios?
En el curso mencioné que es muy posible que su extinción esté desencadenada. Si tenemos en cuenta qué tipos de intereses gobiernan el Mundo y en qué situación han puesto a África, Sumatra y Borneo no parece que haya motivos para albergar muchas esperanzas, pero precisamente por eso es por lo que hay más motivos para luchar por ellos. Cualquier extinción es una catástrofe ecológica que acerca al derrumbe del ecosistema total. Cualquiera de las muchas que estamos provocando es un paso más hacia la catástrofe general. Los ecosistemas se rigen por complejas interrelaciones entre todos, absolutamente todos sus componentes. Cuando alguno de estos desaparece tienen una gran capacidad para “recomponerse”, pero si se van acumulando extinciones llega un momento en que las redes de relaciones se rompen y se produce un derrumbe catastrófico de todo el ecosistema. Pero en el caso de los grandes simios creo que el problema tiene un fuerte componente ético o filosófico (no sé cómo calificarlo) añadido; los grandes simios (chimpancés, gorilas, orangutanes) son algo más que especies que comparten con nosotros un antecesor común más o menos lejano: son “especies hermanas”. Las “especiaciones”, es decir, la aparición de nuevas especies no es un proceso por el que éstas se van diferenciando gradualmente de las antecesoras. Es un proceso brusco por el que se modifican determinadas “redes” de información genética que controlan el desarrollo embrionario y que producen remodelaciones más o menos grandes que afectan a todo el organismo. Es lo que, en términos paleontológicos se conoce como “el equilibrio puntuado”, propuesto por Eldredge y Gould y basado en la observación del registro fósil, aunque ellos no daban una explicación sobre cual era el proceso implicado. Es una descripción de lo que se observaba: las especies cambiaban bruscamente dando lugar a una o varias “especies hermanas” que permanecían en períodos de “estasis”, es decir, sin cambios o cambios poco significativos durante períodos de uno a diez millones de años hasta que un nuevo cambio repetía el proceso. También comprobaron que esos cambios coincidían con algún tipo de disturbio ambiental. Ahora se sabe que los genomas contienen una gran cantidad de “elementos móviles” que actúan (entre otras cosas) como reguladores de otros genes y se ha comprobado experimentalmente que cambian de posición (no a “cualquier sitio”) ante agresiones ambientales como radiaciones o sustancias químicas o algún otro tipo de agresión que producen lo que se conoce como “estrés genómico”. Es decir, ahora tenemos datos verificables sobre cómo se puede producir lo que se observa en el registro fósil. Por lo tanto, la evolución humana se ha debido de producir como en el resto de los animales, es decir, los chimpancés (y sus “parientes”, los bonobos) y los gorilas serían, junto con el hombre, producto de una especiación así. En cuanto al orangután, supongo que lo que voy a decir va a resultar “escandaloso” para algunos, pero creo posible (y algunos científicos chinos opinan lo mismo) que sea el resultado de un proceso semejante en Asia. Lo cierto es que los “árboles filogenéticos” de los mamíferos se han modificado recientemente de un modo radical a partir de los conocimientos sobre sus genomas que los diferencian en tres grandes grupos: Afrotheria, Eurasiatheria y Xenarthra, con origen respectivo en África, Eurasia y Centro-Sudamérica. En los tres hay formas acuáticas, unguladas e insectívoras que, por su morfología habían sido clasificadas anteriormente como de “origen común”. La explicación genética es que existen unos complejos de genes-proteínas llamados Homeoboxes que son los que controlan la formación de tejidos y órganos durante el desarrollo embrionario que son compartidos por grupos alejados “filogenéticamente”, como, por ejemplo, mamíferos placentarios y marsupiales, algunos muy parecidos morfológicamente, aunque están muy alejados “evolutivamente” según la concepción dominante de la evolución. La evolución es un fenómeno mucho más complejo que lo que nos han intentado hacer creer.
En el curso mencioné que es muy posible que su extinción esté desencadenada. Si tenemos en cuenta qué tipos de intereses gobiernan el Mundo y en qué situación han puesto a África, Sumatra y Borneo no parece que haya motivos para albergar muchas esperanzas, pero precisamente por eso es por lo que hay más motivos para luchar por ellos. Cualquier extinción es una catástrofe ecológica que acerca al derrumbe del ecosistema total. Cualquiera de las muchas que estamos provocando es un paso más hacia la catástrofe general. Los ecosistemas se rigen por complejas interrelaciones entre todos, absolutamente todos sus componentes. Cuando alguno de estos desaparece tienen una gran capacidad para “recomponerse”, pero si se van acumulando extinciones llega un momento en que las redes de relaciones se rompen y se produce un derrumbe catastrófico de todo el ecosistema. Pero en el caso de los grandes simios creo que el problema tiene un fuerte componente ético o filosófico (no sé cómo calificarlo) añadido; los grandes simios (chimpancés, gorilas, orangutanes) son algo más que especies que comparten con nosotros un antecesor común más o menos lejano: son “especies hermanas”. Las “especiaciones”, es decir, la aparición de nuevas especies no es un proceso por el que éstas se van diferenciando gradualmente de las antecesoras. Es un proceso brusco por el que se modifican determinadas “redes” de información genética que controlan el desarrollo embrionario y que producen remodelaciones más o menos grandes que afectan a todo el organismo. Es lo que, en términos paleontológicos se conoce como “el equilibrio puntuado”, propuesto por Eldredge y Gould y basado en la observación del registro fósil, aunque ellos no daban una explicación sobre cual era el proceso implicado. Es una descripción de lo que se observaba: las especies cambiaban bruscamente dando lugar a una o varias “especies hermanas” que permanecían en períodos de “estasis”, es decir, sin cambios o cambios poco significativos durante períodos de uno a diez millones de años hasta que un nuevo cambio repetía el proceso. También comprobaron que esos cambios coincidían con algún tipo de disturbio ambiental. Ahora se sabe que los genomas contienen una gran cantidad de “elementos móviles” que actúan (entre otras cosas) como reguladores de otros genes y se ha comprobado experimentalmente que cambian de posición (no a “cualquier sitio”) ante agresiones ambientales como radiaciones o sustancias químicas o algún otro tipo de agresión que producen lo que se conoce como “estrés genómico”. Es decir, ahora tenemos datos verificables sobre cómo se puede producir lo que se observa en el registro fósil. Por lo tanto, la evolución humana se ha debido de producir como en el resto de los animales, es decir, los chimpancés (y sus “parientes”, los bonobos) y los gorilas serían, junto con el hombre, producto de una especiación así. En cuanto al orangután, supongo que lo que voy a decir va a resultar “escandaloso” para algunos, pero creo posible (y algunos científicos chinos opinan lo mismo) que sea el resultado de un proceso semejante en Asia. Lo cierto es que los “árboles filogenéticos” de los mamíferos se han modificado recientemente de un modo radical a partir de los conocimientos sobre sus genomas que los diferencian en tres grandes grupos: Afrotheria, Eurasiatheria y Xenarthra, con origen respectivo en África, Eurasia y Centro-Sudamérica. En los tres hay formas acuáticas, unguladas e insectívoras que, por su morfología habían sido clasificadas anteriormente como de “origen común”. La explicación genética es que existen unos complejos de genes-proteínas llamados Homeoboxes que son los que controlan la formación de tejidos y órganos durante el desarrollo embrionario que son compartidos por grupos alejados “filogenéticamente”, como, por ejemplo, mamíferos placentarios y marsupiales, algunos muy parecidos morfológicamente, aunque están muy alejados “evolutivamente” según la concepción dominante de la evolución. La evolución es un fenómeno mucho más complejo que lo que nos han intentado hacer creer.
Me estoy extendiendo demasiado, como siempre, pero he considerado conveniente las explicaciones anteriores para dar una base a lo que voy a decir ahora, también “escandaloso” (supongo): En concordancia con el “equilibrio puntuado” en el resto de los animales, los Australopithecus africanus (con las diversas “especies” de Australopitecinos gráciles) son los primeros fósiles de chimpancés, y los Australopithecus robustus (también con sus distintas “versiones”) son gorilas…. Y los Homo (de habilis en adelante) son hombres. Me resulta asombroso cómo las ideas preconcebidas sobre cómo “ha de ser” la evolución hagan que se de un gran valor a variaciones de tamaño o morfología craneal que no son mucho mayores que las que existen actualmente en los hombres para asignar “especies” diferentes a “homínidos”, como los expertos les llaman, a hombres con cultura y comportamiento humano y no se molesten en poner juntos un cráneo de chimpancé y uno de africanus o de gorila y robustus y mirar las estructuras óseas cuya única diferencia es una pequeña “acentuación”. Claro que las características iniciales de los grandes simios no eran “tan acentuadas” como las actuales. Tampoco las de los primeros hombres. Como en el resto de los animales han sufrido, a lo largo de la “estasis” cambios no sustanciales.
Pero esto no es sólo una deducción: Marc Verhaegen, un paleoantropólogo tan lúcido como honesto (como, al parecer, ignorado), ha relacionado, mediante un estudio multifactorial, 39 caracteres craneodentales de chimpancé, gorila y hombre con los de fósiles de “homínidos”, africanus y robustus, es decir, dejando que el análisis los agrupe sin condiciones previas. El resultado es que el programa, el ordenador, agrupaba los chimpancés con los africanus, los gorilas con los robustus, y los hombres con los hombres. Sin embargo, los expertos “consagrados” en la evolución humana siguen afirmando que no hay fósiles de chimpancé ni de gorila, pero no importa “porque lo que se necesita son hombres-mono”, y siguen encontrando “especies nuevas de homínidos”.
En definitiva y tras esta “pequeña” introducción, respondo la pregunta: Los Grandes Simios son nuestras “especies hermanas”. No constituyen una familia (una denominación taxonómica tan artificial como la mayoría de ellas) que incluye los distintos géneros Gorilla, Pan, Pongo, y Homo. Si hay que clasificarlos taxonómicamente, pertenecerían a un solo género. Y si hubiera que ponerle un nombre, yo optaría por el género Homo. Si permitiéramos que se extinguieran pudiendo impedirlo, es más, el hecho de provocar nosotros mismos la extinción de nuestros hermanos en la naturaleza trascendería la catástrofe ecológica. Sería el más grave indicio de degradación, de miseria ética y moral de nuestra especie.
2.- ¿Han tenido consecuencias negativas para Vd. su trayectoria en contra del “bomm” darvinista? ¿Ha tenido problemas para publicar sus estudios en revistas especializadas que tienen que pasar un control científico, muchas veces manipulado? ¿Se arrepiente de ello? ¿Cómo le ha afectado a su trayectoria profesional y personal?
Supongo que mis textos poco “convencionales” dan esa impresión, pero las revistas especializadas publican trabajos especializados. Cuando hacía investigación convencional publicaba en revistas de Antropología biológica o en revistas médicas de un modo rutinario. Cuando comencé el estudio de la evolución las cosas cambiaron. Escribí un artículo en inglés (moderadamente y razonadamente crítico con el darwinismo) que estuvo dando vueltas por distintas revistas hasta que dejé de intentarlo. Creo que el motivo es que para publicar en inglés (como se sabe “el idioma científico”) no sólo hay que escribir en inglés; también hay que “pensar en inglés”. Los idiomas no sólo conllevan un vocabulario distinto, sino toda una carga cultural en lo que se refiere a la concepción del Mundo, de la realidad. Por ejemplo, en inglés selfish, el que “se preocupa por sí mismo”, el que va a lo suyo, es una condición, incluso, lógica. En español (al menos antes de la “colonización cultural”) esa condición, el egoísmo, se consideraba la de una mala persona. The fittest, el “más adecuado”, el más ajustado al sistema, es algo muy valorado en la cultura anglosajona, pero en nuestro, antiguamente menos “pragmático” país, la traducción adecuada sería “el más pringao”. Y, naturalmente, Darwin es incuestionable en el mundo anglosajón. Es su gran figura histórica que trajo “la verdad” al mundo que, curiosamente, era “la verdad” de la cultura calvinista. El otro “profeta” fue Adam Smith (iba a decir “pero esa es otra historia”, pero no, es la misma historia): “cada cual busca su propio interés”, “el egoísmo individual lleva al bien general”, “Dios bendice a los hombres laboriosos y virtuosos (fittest) (y a los pobres que les den)”, “el Mundo es para los más aptos”, etc. Los estudios sobre la evolución previos a Darwin en otros países no parecen haber existido para el ámbito anglosajón, y si hablan, por ejemplo, de Lamarck es, en todo caso, para ridiculizarle sin molestarse en saber qué decía en realidad (con el cuello de la jirafa tienen bastante). Así que como yo me he negado siempre a “pensar en inglés” decidí publicar sólo en español (cosa que algunos colegas me han recriminado porque eso “limita la difusión”). Pero me resulta de un provincianismo acomplejado que se conceda una gran autoridad científica a un trabajo publicado en inglés aunque diga las sandeces más grandes (hay artículos de Nature o Science que son auténticas estupideces) y no se le conceda sólo porque está escrito y “pensado” en español. Así que, como en nuestro país hay unas cuantas revistas serias y de una solvencia demostrada, sólo publico, cuando puedo, en ellas. Si no se leen en otros países, no es nuestro problema. Lo malo es que en nuestro propio país los científicos, los “especialistas” tampoco suelen leerlas. Suelen leer revistas especializadas, fundamentalmente anglosajonas, en las que las publicaciones tienen que seguir los cánones “oficiales”. Por ejemplo, si tratas de un tema que pueda tener alguna relación con la evolución y no aparece por algún lado la palabra “selección” o, al menos, “competencia”, tendrás problemas para publicarlo. Pero, en fin, lo seguiré intentando. ¿Porqué no se va a poder “hacer ciencia” en español?
En cuanto a mi trayectoria profesional, el único perjuicio ha sido el económico. Desde que dejé de publicar artículos “convencionales”, los “incentivos a la labor investigadora” se acabaron. ¿Sabía Usted que se valora más, para cada uno de los firmantes, un “paper” (en inglés) de una página sobre la actividad de una proteína firmado por seis personas, de las que cuatro no saben de qué va la cosa, que un libro? Para ser exactos, un libro no se valora. Y de las revistas españolas ni hablamos… Pero no me considero marginado. Si no acepto las reglas del juego, es normal que me quede fuera. Simplemente, no existo dentro de la “ortodoxia”. Pero mis últimos años me han hecho disfrutar mucho de mi trabajo, con mis alumnos, aprendiendo juntos, con las lecturas sobre los nuevos descubrimientos. Con la alegría que te producen los hallazgos sobre la complejidad de la información genética y su interacción con el ambiente, o sobre las increíbles actividades de las bacterias y los virus. Creo que disfrutar con tu trabajo es una gran suerte, y como no tengo prisa (ni esperanza en que se recapacite), al menos procuro ser de utilidad, aportar algo a los que lo quieran aceptar. Estar tranquilo con mi conciencia.
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